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Cincuenta años de casado, Ricardo Solís creyó tener la vida perfecta. Celebraron bodas de oro, una fiesta fastuosa con Laura Pérez, su esposa, radiante a su lado. Parecían la pareja ideal, el epítome de la felicidad. Pero el cuento de hadas se desmoronó brutalmente cuando Laura, en su lecho de muerte, murmuró su último deseo. Quería ser enterrada con Miguel, el hermano menor de Ricardo. ¡Con su propio cuñado! El escándalo explotó, las miradas de lástima lo perforaban, las burlas lo acosaban: "El cornudo más famoso". Ricardo, el marido perfecto, el yerno ideal durante medio siglo, no había ganado ni un ápice de su amor. Sintió un vacío inmenso, un dolor tan agudo que le quemaba el pecho, una humillación insoportable. Cayó en la oscuridad, anhelando olvidar, deseando una segunda oportunidad lejos de Laura. Entonces, un grito lo sacó del abismo: "¡Ricardo, Ricardo, despierta!". Abrió los ojos y se encontró en el día de su boda, vestido de novio, con Laura huyendo. En lugar de vergüenza, sintió un alivio inmenso. ¡La vida le daba una segunda oportunidad! No volvería a ser el tonto. Así, frente a la multitud atónita, caminó hacia Sofia Reyes, la chica "problemática" que en su vida pasada le había tendido la mano. Ricardo, con voz clara y firme, le hizo una propuesta que lo cambiaría todo: "Sofia Reyes, necesito una novia. ¿Estarías dispuesta a reemplazarla?".