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El día que Pedro alcanzó su millón de seguidores en TikTok, me propuso un trato que me destrozó el corazón. Tomó mis manos, ya llenas de callos por teclear código y editar sus videos, y me pidió hacerme a un lado "por nuestro futuro" , pues se casaría con una influencer por un contrato millonario. Me negué, pero la asistente de la influencer me abofeteó. Pedro, en lugar de defenderme, ordenó: "¡No puedes hacer nada bien! ¡Ahora mismo te arrodillas y le pides perdón a la señorita Valeria!". Grité: "¡Pedir disculpas, sí! ¡Arrodillarme, jamás!". Pedro me golpeó con un palo, obligándome a arrodillarme con violencia, forzando mi cabeza contra el suelo hasta ensangrentarla. Después, me drogó, encadenó en un cuarto, me desvistió y me golpeó en la espalda con un cinturón, acusándome de robar unos aretes. Me dijo: "Con el dinero que nos den, te compro un par de aretes nuevos y más caros" , y planeó venderme a un club nocturno. Mientras la oscuridad me envolvía tras beber un jugo de naranja envenenado, escuché su hipócrita voz: "No me dejaste otra opción. Eres demasiado terca y casi arruinas mi gran oportunidad. ¡Uno siempre tiene que buscar la manera de subir, Sofía!". Hasta el día de mi muerte, me prometí que vería a Pedro pagar por cada lágrima y cada golpe. ¿Cómo pudo este hombre, por quien sacrifiqué todo, desde mis ahorros hasta mi cuerpo y seis hijos que perdí por atenderlo, convertirme en un objeto más en su escalada social? ¿Qué sabía él de la "verdadera Sofía"?