/0/18182/coverbig.jpg?v=4e6d70ec05f95b75bf162efa48235def)
Mi esposo, Mateo Rojas, era un hombre frío y distante. Decía amarme, pero sus acciones demostraban que su verdadero amor siempre fue Sofía del Valle, su exnovia. Un día, después de dos años soportando su desprecio y humillación pública, decidí que era suficiente. Mi "matrimonio" había sido una farsa, un mero contrato de conveniencia para Mateo, mientras yo solo quería una cosa de él: un hijo. Cuando las dos líenas rojas aparecieron en la prueba de embarazo, supe que mi plan había salido a la perfección. Ya no lo necesitaba, y ese mismo día, llamé a mi abogada para iniciar los trámites de divorcio. Pero el destino tenía otros planes: Sofía apareció en la fiesta de beneficencia y me tendió una trampa. Mateo me empujó por las escaleras, y fue así cómo se enteró de mi embarazo. Para mi sorpresa, se mostró arrepentido, pero mi decisión estaba tomada: me iría de su lado para siempre. Él no cedió, no firmó los papeles de divorcio, incluso se negaba a dejarme ir. Fui persistente. Manipulé la cláusula de un acuerdo posnupcial para que mi abogada pudiera firmar por él si se negaba. Ahora, con mi exesposo y Sofía muertos; y yo divorciada y con un bebé en camino, ¿qué pasará? ¿Podré, por fin, ser feliz?