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El dolor en mi pecho era un vacío familiar, un eco helado que me recordaba la parte vital que me habían arrancado. Mi tía Marta me miraba con desprecio desde la celda húmeda, usándome solo como una herramienta. Cada luna llena, me arrancaba el corazón para alimentar el poder de mi prima Valentina, la "Joya del Clan". Hoy, en la ceremonia de nombramiento de la próxima líder, me arrojaron al centro del salón, escuchando los susurros de asco y las acusaciones de ser una "vergüenza". Pero Marta fue más allá, declarando frente a todos: "Esta basura que ven ahí... ¡es mi hija! Una decepción sin valor, porque Valentina... ¡ella es la verdadera heredera del antiguo líder!" Luego, añadió la estocada final: "¡Su padre era un miembro del Clan del Sol Poniente! ¡Es una mestiza, una abominación!" La multitud, convertida en una turba, pedía mi muerte. "¡Mátenla!" Mientras los guerreros desenvainaban sus armas y Marta sonreía triunfante, yo hice algo que nadie esperaba. Me reí. Una risa fría, llena de desprecio, que detuvo a todos. Subí a la plataforma, cojeando, cubierta de sangre y lodo, y les solté: "Qué actuación tan conmovedora. Has hecho un trabajo maravilloso... preparando el escenario para mí." "Ha llegado el momento de que me devuelvan todo lo que me han quitado." "Con intereses." Ante la atónita mirada de todos, hundí mi mano en el pecho de Valentina, no para matarla, sino para reclamar lo que era mío. Arranqué no solo el núcleo de Garra Espectral que le daba poder, sino también mi propio corazón, la esfera de luz pálida que mi tía me había robado. Cuando la esfera pálida volvió a mi pecho, un torrente de poder dorado recorrió mis venas. Mis heridas se curaron, mis huesos rotos crepitaron, y la debilidad desapareció. Mi cabello se volvió blanquecino, mis ojos dorados, y de mi espalda surgieron magníficas alas de energía solar. Ya no era la paria Sofía. Era la heredera del Clan del Sol Poniente. "¿Alguien más?"