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El aire olía a flores blancas y a promesas en el día de mi boda, el momento en que Ricardo Morales esperaba para unir su vida a la de Sofía. Pero su sonrisa no apareció; en cambio, su voz fría y calculadora resonó en la iglesia, declarando ante todos: "Esta boda es una farsa y no puede continuar... Estoy embarazada, pero el hijo que espero no es de Ricky. El padre es Mateo." El silencio denso y las miradas de lástima se clavaron en mí, mientras la humillación me sofocaba; mis propios padres, avergonzados, se acercaban. ¿Cómo era posible que Sofía, la mujer con la que soñaba, usara a nuestro propio hijo como pasaporte para el maldito Mateo, mi "hermano"? En ese instante de quiebre, el amor se hizo cenizas y acepté una salida aparentemente sin amor: un matrimonio arreglado que me llevó lejos, a una nueva vida, y una esposa que ni siquiera conocía.