por el pasillo, riendo y charlando. Reconocí a algunas de ellas, eran las
rubia platinada con un bolso de diseñador.
erme. Su mirada recorrió mi ca
risa burlona. "¿Qué haces aquí? ¿Te pe
víboras. Sofía recuperó su
era un sirviente. "Pero parece que se ha vuelto un poco lento. Mírenlo, chicas. Cinco a
e hombros,
cómoda," dij
me trajo una calidez que borró por completo la malicia de sus palabras. Ellas no podían entenderme, porque no conocían el amor verdadero, el que valora la comodidad y el bienestar del otro
que debía tomar después de su junta y en mi otra mano el termo con el té que le ayudaba con las náu
tados. "Te dijimos que siempre sería un don nadie. Deberías exigirle que cuide a
ero ya no me afectaba. Era como escuchar el z
Ricky, te lo ordeno. Mi hijo, Leo, está en la sala de juegos del tercer pi
ue aguantaba todo. Era un hombre, un esposo y pronto sería padre. Y esta mujer y su séqui
hame bien. No soy tu empleado, no soy tu ex-novio arrepentido, y c
ipción grabada: "Para el mejor esposo y futuro papá del mundo." La calidezNo voy a hacer nada por ti," continué, mirándola fija
girara a su alrededor que mi negativa era un cortocircuito en su sistema. Sofía