eraba en el altar, con el corazón latiendo tan fuerte que casi no oía la música. Buscab
co, sentí un alivio que me llenó el pecho. Pero su rostro no te
atril del sacerdote y su voz resonó en toda
ecerles a tod
ente sonrió, esperando
s una farsa y no
do. Podía sentir cientos de ojos clavados en mí, miradas de lástima, de confu
sin mirarme, hablando al público como
evó una mano a la boca. Yo sentí un nudo en el estómago, una mezc
que espero n
convirtió en un jadeo colectivo. Sentí cómo el calor me sub
el golpe final, el que m
dre es
ie entre los padrinos, y cuando Sofía lo dijo, dio un paso al frente, con una sonrisa torcid
"Mateo tiene la oportunidad de conseguir la ciudadanía estadounidense, pero necesita formar una familia.
Solo ambición. Fría y pura ambición. Me había usado, había usado nuestra
día verla a ella, de pie, tan arrogante, tan indiferente a mi dolor. La humillación pública fue to
vergüenza y la ira. Pero yo no podía moverme. Estaba paralizad
ban consolarme, Sofía entró, ya sin el velo, como si na
idio que usaba cuando yo no entendía alg
repentimiento, de culpa, de algo.
mpezar en Estados Unidos. Ya que la boda no se hizo, deberías darnos el dinero que tus pa
umillado frente a todos, ahora quería que financiara su nueva vid
evoción, la tristeza... todo se quemó y se convirtió en cenizas.
na risa seca,
egunté, mi voz sonan
les así, Ricardo. Sabes que siemp
Me sentí más alto, más firme. "No te da
mercial, una tal Dra. Camila Vargas, como una forma de salvar las apariencias y forjar una ali
gocios, me pareció un paraíso comparado con el infierno que acababa de v
lida de Sofía. "Llama a la familia Vargas. Diles que a
. La arrogancia fue reemplazad
con otra? ¿Tan rápido?
respondí, dándole la espal
lación, la traición y los restos de un amor que resultó ser una mentira. No miré
ra. Camila Vargas, una de las cirujanas plásticas más renombradas del mundo. Nuestra vida en Miami era tranquila, llena de respeto mutuo y un afecto que, con el tiempo, se había convertido en un