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Durante diez años, soporté una jaula de oro, tolerando sus desplantes y caprichos, todo por el costoso tratamiento médico de mi hermana Sofía. Creí que nuestro amor era eterno, que al menos yo era indispensable en su vida. Pero entonces, Isabella se obsesionó con Mateo Salazar, un gaucho rebelde, y de la noche a la mañana, yo fui un juguete roto, desechado. Me obligó a humillarme públicamente ante él, me golpeó y me entregó los papeles del divorcio como si fuera un simple contrato. Luego mi vida se convirtió en un infierno. Mateo me atacó, me tendió una trampa, y ella me castigó brutalmente como a un animal. Peor aún, cuando la vi en el hospital, con el equipo que mantenía viva a mi hermana Sofía siendo desconectado por la familia de Mateo, ella solo me miró con fastidio. Mi Isabella ignoró mis súplicas, permitiendo que mi hermana muriera ante mis ojos. ¿Cómo pudo la mujer que decía amarme, la que prometió proteger a Sofía, mostrar tal crueldad? El dolor y la traición me abrieron los ojos. Comprendí que el hombre que alguna vez la amo, había muerto en esa habitación de hospital con mi hermana. Entonces, me fui. Dejé todo atrás. ¿Podría alguna vez escapar de las garras de mi pasado y reconstruir una vida donde finalmente fuera libre?