/0/17783/coverbig.jpg?v=36b7bc54fa8d6da2e86f717ca4daf7aa)
Mi matrimonio no era de amor, sino un contrato para salvar a mi familia de la ruina, convertida en el trofeo de una ambición ajena. Tras tres años de lujos vacíos y noches solitarias, la noticia del divorcio no me sorprendió, me alivió, un boleto a la libertad y a mi sueño de un estudio de arquitectura. Pero Ricardo no me entregó libertad, sino a Leo, su hermano -o algo más-, cuya enfermiza devoción por él se tradujo en celos tóxicos y actos crueles. Su maldad escaló cuando, bajo la mirada pasiva de Ricardo, me forzó a tomar pastillas que arrancaron de mi vientre al bebé que habíamos concebido, un hijo cuya existencia él ni siquiera conocía. La indiferencia de Ricardo ante mi dolor, su elección de proteger al monstruo que me arrebató a mi bebé por encima de mí, fue la traición final que destrozó lo poco que quedaba de mi alma. ¿Acaso la vida me traicionaría doblemente, primero con un matrimonio sin alma y luego con la pérdida más atroz? No, esta vez no me quedaría de brazos cruzados, llorando mi destino. Mi dolor se transformó en una furia fría y mi silencio, en una promesa. Me levantaré de las cenizas, no solo para reconstruir mi vida, sino para enfrentar a quienes me han lastimado, reclamando lo que me fue injustamente arrebatado.