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Mi boda prometía ser la unión perfecta: amor y fortuna con Mateo Vargas, el "príncipe azul" de México. Pero con un temblor en la mano, firmé un contrato que detallaba mi desaparición y mi "muerte" . Era el día de mi boda, y mi plan estaba en marcha. Durante siete años, mientras Mateo me profesaba un amor sagrado, vivía una doble vida con Valeria Ríos, "La Loba" . Lo supe todo: sus secretos, sus encuentros, sus promesas vacías. Pero la humillación alcanzó su clímax cuando Valeria me envió la foto de su vientre abultado y un mensaje: "Él dice que tú eres su deber, pero yo soy su vicio. ¿Adivina cuál prefiere esta noche?" . Estaban esperando un hijo. Valeria me bombardeaba con ecografías y fotos de la cuna del bebé. Incluso, en mi propio cumpleaños, mientras Mateo me regalaba esmeraldas, se las dio idénticas a ella, usando las mismas falsas palabras. Su familia, la misma que me trataba con frialdad, abrazaba cálidamente a Valeria, celebrando al futuro heredero. Llegué a casa enferma de dolor. Y la noche culminó cuando escuché los gemidos de Mateo y Valeria en la habitación contigua a la mía, mientras yo convalecía, sintiendo su placer en mi casa. Fue la tortura más cruel. El dolor se transformó en una calma helada, una determinación inquebrantable. Ya no era Sofía Herrera, la novia traicionada. Era un fantasma, una muñeca vacía, dispuesta a ejecutar la venganza que bullía en mi interior. Este no era un secuestro. Era mi renacimiento. Mi respuesta fue simple, dos palabras que sellaron mi destino y el suyo: "Te lo concedo" . Ahora, el "accidente" que pondrá fin a mi vida de Sofía está a solo unas horas. Mateo no solo iba a perder a su prometida, sino también su cordura.