é el sonido de su auto en la entrada y me levanté del sofá del estudio, donde estaba revisando unos planos, dejé mis lápices y alisé m
mirarme directamente a los ojos, su atención ya
oz era un murmullo formal, el mismo
saco en el perchero de la entrada. La casa era enorme, minimalista y fría, un reflejo perfecto
e nosotros. Hizo un movimiento para besarme, un gesto que formaba parte del guion, pero justo cuando sus labios est
sculpa educada, "Pe
e reemplazada por una genuina preocupación. No necesitaba escuchar el nombr
ndo soluciones, prometiendo estar allí. Cuando finalmente colgó, la máscara de esposo formal había desa
ejado en la mesa, lo abrió y sacó u
r de esto" , dijo, su tono
las. En la parte superior, en negritas, leí las palabras: "Acuerdo de Divo
evitando mi mirada. "Según nuestro acuerdo, esto formaliza l
la quiebra, y Ricardo, un empresario en ascenso, necesitaba una esposa trofeo, una arquitecta talentosa de buena familia que adornara su brazo y solidificara su imagen. Él pagó las deudas de mi
teléfono volvió a sonar. Era Leo de
camente. "Leo me necesita. T
su auto y se dirigió a la puerta, su prioridad era clara, como siempre lo había sido.
io estudio. Un sueño que había mantenido vivo en secreto durante tres largos años. Este era mi futuro, una vida construida por mí, para mí. Una vida sin Ricardo. Una vida dond