/0/17541/coverbig.jpg?v=aafdd4a36fc6bac886fe5fb1f2d83745)
Durante tres años, mi corazón latió con el eco de una pérdida inaceptable, un dolor que casi me consume tras la supuesta "muerte" de Máximo en aquella misión. Un día, una llamada inesperada destrozó el silencio opresivo de mi habitación con una noticia imposible: Máximo estaba vivo, pero había perdido la memoria. Lo encontré en un tranquilo pueblo, con una mujer que no era yo, y lo que es peor, ella esperaba un hijo suyo, mi prometido había construido una vida entera sin recordar la nuestra. Máximo o, como ahora lo llamaban, León, me miró como a una extraña, sus ojos una vez llenos de amor ahora vacíos de todo reconocimiento, y cada gesto de ternura hacia ella me traspasaba el alma. Para proteger su nueva felicidad y la vida que había logrado construir, me tragué mi identidad, mis planes y el futuro que habíamos soñado, asumiendo el papel de una "vieja amiga" en una farsa que lentamente me estaba matando. Cuando él regresó a Sevilla para exigirme el divorcio, mi corazón, ya enfermo y roto, comprendió que mi única salida era una despedida que le daría a él su libertad final. Acepté los papeles, pidiéndole solo quince días, porque sabía que mi muerte sería el único "divorcio" que jamás necesitaría. ¿Podría mi sacrificio, consumado en silencio y amor incondicional, ser el catalizador que finalmente le revelara la devastadora verdad, o estaba condenada a desaparecer sin un solo recuerdo en el hombre que aún amaba con todo mi ser?