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Mi día comenzó como cualquier otro, con el aroma familiar del vino fermentado y la tierra mojada de nuestra amada bodega familiar. Pero un giro cruel del destino convirtió mi vida en una pesadilla insondable: mi hijo, mi pequeño Leo, fue destrozado por una bomba de Mateo, el amante torero de mi esposa, Isabel, quien me acusó falsamente de sabotaje. Mientras Leo agonizaba en mis brazos, Mateo se burlaba y me humillaba, obligándome a beber vino del suelo sucio del hospital, mientras Isabel, lejos de mostrar compasión, me abofeteaba, llamándome animal y acusándome de locura, ante la mirada de mis propios padres, quienes solo pensaban en el dinero, me exigían disculpas y me abandonaban. En ese infierno, el médico pronunció las palabras que destrozaron mi alma: "El niño ha fallecido" . ¿Cómo pudieron hacerme esto? ¿Cómo el amor y la sangre de mi hijo no significaron nada para ellos? Con el corazón hecho jirones, mi dignidad pisoteada y sin nada más que perder, me lancé al abismo, pero no para encontrar la muerte, sino para forjar un nuevo camino de venganza... uno en el que volvería de entre los muertos para convertir la vida de mis verdugos en un infierno.