ba paz, pero que ahora me asfixiaba. Isabel me miraba desde el porche de la bodega, sus oj
un inútil, Javier, tamb
raje de luces de Mateo. Él la había convencido
no hice nada,
ndo su teléfono. "Mateo necesita su traje de reemplazo para la
je de reemplazo. Es
suave. "Siempre ta
o de nuestro hijo, Leo. Jugaba feliz en el viñedo, a unos cien met
una calma aterradora. "No es muy potente, pero lo suficiente para
ré a Leo, tan pequeño
favor, no. Es
hora ni para eso sirves" , apretó un dedo
sobre la tierra húmeda, el
" , supliqué, inventando sobre la marcha. "Lo esco
Mateo. Él negó con la cabeza sutilment
ente
s de que pudiera ponerme en pie, el
ordo resonó de
desgarrado