sta de Gabr
ue usted mar
o. La finalidad escalofriante de esas palabras se estrelló contra mí, aplastándome. La vaga inquietud que
e, su grito de sorpres
carne viva por el terror,
s. Nos íbamos a comprometer. Irrumpí en el lobby, mi corazón latiendo a un ritmo frenético contra mis costillas
llándose contra la madera-. ¡Cata, abre!
n carrito, se detuvo, mirá
er eso. Molestará a
izar mi respiración, pero mi cuerpo temblaba incontrolab
o en esa habitación, no puedo darle n
ahí! -Mi compostura se estaba desmoronando
resión suavizán
ero... la señorita Hernández hizo
edó en blanco, un rugido ensordecedor llenando mis oídos. Hizo el check-out
atrás, sacudie
.. nos íbamos a casar. Se estaba tra
és de la cena, después de nuestra reconciliación romántica. El que había est
una desesperación entumec
fue temprano esta mañana. Y... ella lo esperó toda la noche, ¿sabe?
ico. Un golpe en el estómago. Ella esperó.
ta arrogante y despectiva: "¡Estoy ocupado!". Le había colgado. La había abandonado a un asalta
e mi pecho, exprimiendo el aliento de mis pulmones. El dolor, agud
ahora corrían por mis mejillas. Las bulliciosas calles de Madrid, una vez símbolos de nuestro f
llante de color contra el gris. Me pasó un brazo por e
mejor, ¿sabes? Nunca fue lo suficientement
i voz un gru
evas a habl
con los ojos
. Probablemente no pudo con la larga distancia
Está molesta. La encontraré. Haré que entienda. -Mis ojos se movían de un
ar de la mano cuando estaba
rer tras ella! ¡Ella no te quier
de recuperarlo. Ella lo mantuvo alejado, su
manos, repiqueteando en el pavimento mojado. Mientras me agachaba para recuperar el mío, la pantalla
lata. Y el comentario, de una amiga: "¡OMG, Brenda, esa pulsera de novios está divina! ¡Tod
de novios. Mi mente daba vueltas. Brenda me había dicho que era un "regalo d
manipulación. El acto inocente. Todo era un juego calculado. Mi mir

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