nas personas simplemente no entienden lo que es el amor real", fueron un golpe final y brutal. Mir
e sentían como plomo. Caminé hacia la recepción, la
e rostro amable y ojos cansados, preguntó suavemente-. Su novi
una extraña calma i
za abrasadora. El Gabriel que amaba, el Gabriel que creía conocer, se había ido. Hab
derrumbé en la cama, el colchón demasiado suave, demasiado vacío. Me dolía el cuerpo, un latido sordo en cada músculo. Mi celular vibró, el nombre de Gabriel parpadeando e
e emoción, "nunca me he sentido así por nadie. Eres la indicada". Recordé el aeropuerto, sus lágrimas corriendo por su rostro mientras se aferraba a mí. "No me olvides", había rogado, "No dejes que nadie más tome
su mano en la mía, entrando al hotel. La pulser
tico llenó mis fosas nasales. Parpadeé, desorientada, las paredes blancas de una h
rostro pálido. Parecía
, alcanzando mi mano-. ¿Por qué no me dijiste que t
ingida, tenían un trasfondo de acusaci
lo? ¿Por qué había volado a través de un océano para esto? Mi corazón dolía con una tristeza profunda y cansada. Fui
etó la
ue lo hice. Lo arreglaré. Lo prometo. -Su voz es
encioso, busqué en su rostro, en sus ojos. Luego,
comida de hospital insípida, me leyó un libro y me cuidó con una presencia tranquila y atenta. Era
Él se había ido. Mi corazón se apretó. Mi celular vibró. Un mensaje de Gabriel:
e Brenda, publicada hace solo treinta minutos. Una foto de ella, envuelta en un edredón gris familiar, una sonrisa travie
Bajo el que yo había dormido innumerables veces. La habitación, con su lámpara de noc
i cabeza, una sinfonía cruel de engaño. No se habí
manos se cerraron en puños. Me arranqué el suero, ignoré el dolor sordo y salí tambaleándome de
s ojos, una última vez. Necesitaba grabar la imagen en mi memori
del departamento de Gabriel. El viaje fue borroso. Mi corazón martilleab
l. Y B
resplandor de las farolas. Brenda se aferraba a su brazo, su cabez
ente volviste a mí! -gorjeó,
idad renuente. Entrecerré los ojos. En su muñeca, brillando a la luz tenue, estaba la pulsera
iración atragantándose en mi garganta. Saqué mi
o, su voz amortiguada,
? Te dije que est
te convincente. Era como si estuviera hablando con un fan
a voz temblando. Necesitaba probarlo. Una última vez-
pausa larga y a
muy ocupado. Te llamo
frío filtrándose en mis huesos. Las lágrimas corrían por mi rostro, calientes y amargas. No era un sollozo suave, sino un llanto profund
techo. El dolor seguía ahí, un dolor sordo que se había asentado profundamente en mi pec
al, mis dedos firmes. Marqué a
rme-. Necesito cambiar mi solicitud de progr
pa
¿Estás bie
de ingeniería automotriz. Investigación más vanguardista, un enfoque más fuerte
lencio en el otro ext
atalina. Madrid ya
oz inquebrantable-. Pero
edió finalmente-. Veré qué
ciudad muy, muy lejos de Madrid. Una ciuda

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