tina. El cumpleaños de Brenda. El mundo dio vueltas. Mi cumple
os confirmó mis peores miedos. No era reciente. No era un desliz fugaz. Era un año. Un año entero de conv
on el tiempo, el tono cambió. El casual "¿cómo estás?" se transformó en "buenos días, sol" y "descansa, mi amor". Tenían un tesoro de chiste
bía escrito Brenda, seguido de un enlace. "¡Deb
briel: "Suena perf
obre platos de pasta, aparecieron en su historial de chat. Él me había
llegara. Fotos de ellos, lado a lado, radiantes, aparecían en sus chats, acompañadas de leyendas como "¡Creando recuerdos!" y "El mejor día con mi persona favorita". Él
"Tú también, G", respondía ella casi al instante. Los mensajes diarios de "buenas noches", los que alguna vez habían sido exclusivamente nues
lo dejé en la mesita de noche, mis manos temblando. Salió, con una toalla envuelta alrededor de la cintura, los ojos aún nu
estaba cargada de algo que sonaba como preo
los ojos, forzando un
tiempo... -La mentira salió fácil, un camino trillado de autoengaño. Era más fá
zo, su piel húmeda
e. Me tomaré unos días libres, exploraremos Madrid, tal como siempre planeamos. -Sonab
e los mejores churros? -recordó, su voz llena de una nostalgia que se sentí
sta. Nuestra lista. Lugares q
a-. Vamos. Mañana. A todo. -Levanté la vista hacia él
u cuerpo se tensó ca
.. con Brenda. Íbamos a... -Se
lo una evaluación fría y dura. El silencio colgaba pesado, sofocante. Se retorció bajo
ló, un suspiro l
u voz a regañadientes-.
o destello de algo parecido a la esperanza, o tal vez solo una curiosidad morbosa
era cálido, lleno del aroma de pasteles frescos y café. Pedimos nuestros churros y, p
de la puerta sonó.
en
itación, aterrizando en nosotros. Una sonri
ente saltó hacia nuestra mesa-. Estaba por el b
atrapado en los faros. S
aquí? -Su voz era u
ros de Madrid. Dijiste que teníamos que probarlos juntos. -Se volvió hacia mí, su sonrisa inquebrantable-. ¡Pero qué lindo de tu parte venir con Cata! Eres tan
pidamente, tratando
Pensó que sería bueno para ti tener una guía loca
sonrisa quebrad
. -Mi voz era pareja, calmada. Una calma
ente contra la pared. Charló animadamente, regalándonos historias de sus lugares favoritos de Madrid, su voz
ntemente entre nosotras. Trató de dirigir la conversación, de hacer que se tr
os más café. Brenda se inclinó más cerca de mí,
. Necesita a alguien tranquilo, alguien que entienda sus necesidades. No alguien que aumente sus preocupaciones
se trataba de café. Esto era
a, mis propios oj
a, luego agregué-: Esa pulsera, la de plata que le diste. ¿La que ambos compraron por su sexto mes? Es un diseño lindo. ¿Sabías
n par. Me miró fijamente, con
o! ¡Ustedes los mexicanos son tan raros con sus cosas cultur
sa dulce e inocente qu
, Gabriel tiró la suya esta mañana. Dijo que le estorbaba par
Su fachada cuidadosamente construida se desmoronó. Jus
reguntó, sinti
on la mirada, puro
en acusación-. Después de todo... ¿simplemente la tiraste? -Las lágrimas brotaron de sus ojos, y
stupefacto, los cafés de
iste? -Me miró, desconcertado, como
-dije, mi voz inquietantemente
conmoción, luego
idamente dejó los cafés y salió disparado
rió hacia ella. Me dolía el pecho, un dolor profundo y hueco. E
a como un peso de plomo. Caminé de regreso al hotel, las luces de la ciudad borrosas a través de mis lágrimas no derramadas. Cuando llegué a mi habitación,
perando. Y esperando. Las horas se arrastraron, lentas y agoniz
de Gabriel, con el brazo de él alrededor de ella. Su cabeza descansaba en su hombro, una sonrisa triunfante en su r
solo se rompió

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