img Ya es demasiado tarde para tu perdón  /  Capítulo 1 | 5.00%
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Historia
Ya es demasiado tarde para tu perdón

Ya es demasiado tarde para tu perdón

Autor: Gavin
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Capítulo 1

Palabras:2376    |    Actualizado en: 08/12/2025

iláctico invadía mi cuerpo por los cacahuates que mi

han no lla

el brazalete vintage Cartier de mi difunta madre -la ún

, solo para descubrir que mi padre me

"Príncipe Durmiente", un hombre del que se ru

endo su mentira de que ella había

salvó hace años. No le import

a en el altar lista para firmar mi sentencia,

etamente despierto, y quer

rdad e irrumpió en la boda suplicando

o propiedad pri

la señora

ítu

ista de Ki

más fuerte que cualquier marea. Jonathan Chávez, el hombre al que amaba más que a mi propia vida, acababa de tritu

tes de volver a casarse; y luego para Jonathan. Siempre Jonathan. Pensé que lo tenía. Pensé que su frialdad era un

Eran de pistache, dijo. Pero vi los sutiles trozos de almendra, triturados y mezclados en el ve

te en su espalda baja, me sonrió. Dijo: "Kiara, no seas dramática

se cerró, no todavía por la alergia, sino por la humillac

rotector que imaginaba que era. No había nada. Solo esa sonrisa arrogante y d

nico arañaba mi garganta, pero Jonathan ya estaba al teléfono, no llamando a emergencias, sino a su asistente,

cuerpo débil. Jonathan no estaba allí. Kenia no

suavemente-. Enviará

ombre al que planeaba pedirle

sta de Beneficencia. Estaba pujando, con la mandíbula tensa por la concentración, los ojos fijos en el escenario. Y entonces lo

s de su muerte, pero luego Débora, mi madrastra, lo convenció de venderlo po

. Mi corazón se elevó momentáneamente. Lo

lo

el de mi abuela, apretado en mi mano. Jonathan estaba junto a los ventanales de piso a techo, co

a caja de Cart

con voz plan

por una esperanza que ahora sabía

en mi mano, luego volvió a mi cara, una l

é es

Así no era como lo había imaginado-. Jonathan, sobre el braz

o casual que des

enia le encantan

re salió de mis pulmones en un

palabra fue a

con un gesto desp

miraba el gusto de tu madre. P

ble de mi madre, un "lindo gesto" para Ken

e construida haciéndose añicos-. Ese brazalete pertenecía a

sonido largo

. Es solo una joya. Kenia es sensi

ra manipuladora que se hacía

a todo. La forma en que siempre se ponía de su lado, siempre racionalizaba su

-, por favor. Dámelo. Te compraré algo a

beza, sus ojos

go agregó-: ¿Por qué estás tan obsesionada c

e posesiones. Se trataba de mi madre, de mí, del valor q

a. Ni siquiera me veía. Yo era solo alguien a quien "domar", una socialité bonita para tener del brazo, un luga

del terremoto que retumbaba dentro de mí-. ¿Eso es lo que s

na ola de molestia

mi mejilla, un gesto de afecto practicado. Pero sus ojos eran fríos, dis

mo veneno. Me aparté,

do áspero y quebradizo que no llegó a mis o

sentía pesado, burlón. El discurso

mente calmada-. Si sales por esa puerta esta noche, hacia d

un sonido

ue me des sermones. -Caminó hacia la puert

ardía. Mi

ido crudo y desesperado-.

za ligeramente. Sus ojos, usualmente ta

Voy a ver a Keni

Cartier, todavía en

li

el vasto y vacío penthouse. No fue un clic. Fue un martillazo a mi corazón.

Comenzó en mis huesos y se extendió, entumeciendo todo. El dolor era

illando bajo los candelabros. Pero represe

iosa, las palabras sabiendo a ceniza en mi

os. Jonathan Chávez, el hombre al que amaba, me había tr

tanto de mi amor, mi esperanza, mis sueños. Cada obra de arte, cada cojín cuid

cción de costosas esculturas de vidrio de una mesa auxiliar. Se estrellaron contra el piso de már

ensordecedor

recuerdo, cada rastro, cada último fragmento de la vi

s mentiras, sus manipulaciones y su falsa inocencia. Había ter

os cimientos. Y luego, r

a salir. Salir de esta

de nuevo. El fuego en mi alma había sido extinguido por la crueldad d

ra del día en que pensó que yo era solo

én. Apenas lo sentí. El entumecimiento era un escudo. Pero la rabia, eso era un arma. Caminé hacia

e mi madre, el que Jonathan no había encontrado, el que tenía sus piezas más senci

ue estaba buscando. El contrato. El que mi padre había mencionado, el acuerdo comercial que podría salvar nuestra emp

adre lo propuso. En ese entonces, era una amenaz

mi mano izquierda. Lo miré, luego lo arrojé sobre su cama perfectamente hecha

és, ya estaba impreso en la línea punteada.

su firma. Y yo ob

Aprendería que una mujer despreciada no es un truco de fiesta, sino una fuerza de la naturaleza.

los restos de nuestra vida compartida, luego

r, y hacia un futuro desconocido donde finalmente me pertenecería a mí misma. Presioné el b

omienzo. Un comienzo sangriento, do

un contraste agudo con el fuego que ardía dentro

tarde. Había terminado de ser su pequeña socialité domesticada.

n mi bolsillo. Lo saqué, vi el nombre de Jonathan parpadear en la pantal

impio. Una

s destrozados de Kiara Cortés, la chica fiestera, y abrazando a la mujer que estaba a punto de re

y violenta de que él pagaría por cada lágr

pren

idea de

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