sta de Eloí
Axel. Desperté con un dolor sordo en la cabeza y uno más agudo en el pecho. El doctor había sido amable, asegurándome que la
sobre Axel, ni Brisa, ni el proyecto de
colegas. Me detuve en un nombre que no había llamado en años: la tía de Clara, Leonor Valdés. Leonor era una amiga lejana de la familia, una fuer
l teléfono, mi voz
o llegó, fue
¿Qué pasa? Nunca
as palabras sali
ejarlo todo. Nece
instante de compren
su voz firme-. Esta noche.
iqué. Ella no pregu
ante. Empaqué una sola maleta de mano. Sin ropa de diseñador, sin joyas caras. Solo lo esencial. El único obje
l agotamiento pesando en mis huesos. Tenía que terminar la transferencia de
mi escritorio, organizando archivos, como si fuera la dueña del lugar. Llevaba mi mascada de s
lidez-. Necesito que te alejes de mi escritor
e inocencia cuidadosamente co
xel dijo que podrías estar... demasiad
una furia fría crec
o la preocupación de Axel. -Mi mirada se d
on de par en par,
dio esta mañana. Dijo qu
l cuchillo deliberadamente. No solo se estaba llevando mi p
, aunque todavía distantes, contenían un destello de algo, quizás preocupación por la te
uila, pero con un acero subyacente que advertí
su voz suave, casi un quejido-. Solo intentaba ayudar
endo mi rostro amoratado, luego deteniéndose en la ma
esta no es la forma de manejar las cosas.
usualmente bullían de actividad, ahora estaban congelados en sus escritorios, fingiendo tra
amarga se
que ella es? ¿Un nuevo trofeo?
ro se e
uitecta talentosa que merece una oportunidad.
Excepto quizás mi aprobación de sus métodos. -Mis ojos se desv
temblar. Sus ojos se llenaron de lágr
ería molestarla,
pata de una silla, y cayó con un suave quejido. No una caída fuerte y dramática,
do en un instante,
cupación, un tono que no había oído dirigido a mí en semanas.
oz era aguda, incrédu
su mano agarr
uiso... asustarme. -La acusación implícita qu
risa a ponerse de pie suaveme
e te hayas recompuesto. Brisa se hará cargo del proyecto del mu
bezas estaban juntas, su mano acariciando suavemente su cabello. La intimidad del gesto fue un go
cuando estaba enferma, sus susurradas promesas de un para siempre, su feroz protección. ¿Dónde estaba ese
i pecho era ahora sordo, reemplazado por un vacío frío y resuel
gas, junto al silencio boquiabierto del elevador. No miré atrás. No
dentro de mí. No esperanza, todavía no. Pero una determinación feroz e inquebrantable

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