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que Construyó un Imperio". Se suponía que era un triunfo para mí
Exigió que le entregara el trabajo de mi vida -mi proyecto del museo- a Br
a. Se puso de su lado, creyó sus mentiras, incluso mientras yo me desangraba
sacó a rastras de la cama del hospital, acusándome de fingir p
ueños. Se había convertido en un monstruo, y a mí no me quedab
a nueva determinación se endureció dentro de mí. Creyeron que m
ítu
sta de Eloí
cara, aunque era mi rostro el que sonreía desde ella, captur
sa Herrera: La Arquitecta
i como un añadido de último moment
que era u
a visión compartida. Resul
uilizadora en mi espalda, se sintió como u
posesiva que una vez me había atraído, ahora estaban fríos
aba que el mundo me viera a mí, y no
la suave intimidad que solía tener en nuestra habitación. No estaba
ertida en papel, años de bocetos, noches en vela, cada línea un pedazo de mí.
ébil y frágil. Sentí como si me estuviera ah
resp
risa estaba de pie, con sus ojos inocentes b
tada, pero yo sabía que era
tes. Axel, el siempre caballeroso dire
yéndola hacia él, un gesto que no me había of
el dolor. Este no era el hombre con el que me casé. Este no era el Axel que juró
etumbar peligroso que antes me emocionaba y ahor
contacto, cada idea. O me aseguraré de que nunca vuelvas a trabajar en
n balde de agua helada, em
sonrisa suave, casi imperceptible, jugando en sus labios. Lo miró,
ecto. Se trataba de poder.
isbo del hombre que una vez me d
esto? Construimos esto j
umpió, su
s exactamente lo que el Grupo Horne necesita para demostrar que no es solo el despacho de arquitectur
construcción, con el lodo salpicando sus costosos zapatos, viéndome dibujar. "Eres una fuerza de la naturaleza, Eloísa", había susurrado,
Primero solo sugerencias: "Quizás deberías bajar el ritmo, cariño". Luego interferencias más directas: "Ese cliente no es
úplica desesperada para que viera más allá de su ego destrozado-. No ti
a risa seca
nsiosa. A diferencia de algunas personas que parecen
o. Un empujón descuidado durante una discusión, seguido rápidamente por disculpas fastuosas y flores. Había ju
entregue cuatro años de mi vi
lección para ti. -Sus ojos se entrecerraron-. No hagas esto m
en mi estómago. Miré a Brisa. Ella sonrió, una pequeña y sabionda son
la hizo reír. Salieron de la habitación, dejándome sola, con el silencio enso
a puerta principal cerrándose. Se habían ido. Ni siqu
pleados, todos fingiendo no verme, no notar los escombros de mi vida. Mi asi
rensa está afuera, quieren
ión. Ya podía oír las preguntas, los susurros, el juicio. Mi visión se nubló. Inte
dolor agudo trajo una repentina claridad a la neblina de mi mente. No
rracho, con la mano levantada. Mi madre, protegiéndome, recibiendo el golp
todavía alrededor de ella, atrayéndola como para protegerla de la multitud de reporteros. Ella lo miró, sus
a. Se trataba de control. De romperme. Y lo había logrado. Pero al romperme, también me había liberado. M
e podía representar, siempre y cuando fuera su logro. Amaba la idea de mí,
lejaban. Una sonrisa tenue, casi imperceptible, tocó mis labios. Creí

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