ista de So
udrirse ahí. Que todos vean lo que le pasa a un monstruo que daña a un niño.
aba entumecida. Sentí la áspera cuerda morder mis tobillos. Luego, la caída nauseabunda, y el mundo se inclinó. Estaba suspendida boca abaj
olgante, una sonrisa fría
la vuelta y se alejó, Ximena aferrada a su b
na figura alta e imponente. No dijo nada, pero sentí un calor, una suave presión c
ita. -La voz era cruda, ahogada por la emoción-. Juro por Dios q
ías de
sta de Alej
rio, aprovechando la compasión de sus seguidores, pero él no podía concentrarse en ella. Sofía. Había orde
nó. Era su jef
s. Ese lugar que menc
ndro martilleaba co
e él? -exigió
í. Hace cinco años. Con una mujer. Los lugareños los recuerdan a ambos c
con estrépito al suelo pulido. El sonido resonó en el repentino silencio. Su mente da
uridad por las solapas,
s loco?! ¿Sofía? ¿Mi esposa? ¿Esa
lento que rara vez se in
rimonio de Italia. Se casó con ella allí, antes del acc
e joven, su brazo alrededor de una hermosa mujer con una sonrisa radiante. Riendo, besándose, sus ojos
partirle el cráneo. Recuerdos, fragmentados y cegadores, lo golpearon. El aroma de su cabe
grito gutural desgarrándose de su garganta. La vi
uda-. ¡Tráiganla de vuelta
fe va
ntuario. Pero se ha ido. Desaparec
tina, y corrió. Salió disparado de su oficina, bajó las opulentas escaleras, salió por la puerta principal. Corrió a través de los cuidados ja
s costillas. El lugar todavía estaba lleno de reporteros, de multit
an. Se abrió paso entre ellos, un hombre po
cido. El artilugio de metal en el que la había colgado había desaparec
Recordó sus palabras, su grito final y desafiante: "De ahora en adelante, tú y yo no somos más que extraño
un proteccionismo patriarcal fuera de lugar. Se había dicho a sí mismo que no le importaba, no realmente. Había tratado de enterrar la confusa atracción
ndo frenéticamente a cada contacto, cada age
a Valdés! ¡No me im
ojó nada. Ni rastro. Ni pistas. S
sonó de nuev
rando. Tienes que venir a casa a consola
nto desesperado de autoconfort. *Está atada a este lugar. Volverá.* Ordenó a su equipo de seguridad que continua
idos de las incesantes queja
! ¡Son tan salvajes! ¡No paran
había gritado a los niños, furiosamente, por su broma. Incluso había intentado examinar las heridas de Sofía, un extraño e innegable impulso de calmarla. Pero entonces Ximena había llamado,
os recuerdos que regresaban, se contrajo. Forzó una sonrisa, agachándose para levantar a su hijo.
entro. Un único mensaje de texto sin leer, parcialmente oculto por una revi

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