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Historia

Capítulo 5

Palabras:1253    |    Actualizado en: Hoy, a las 15:53

ista de So

udrirse ahí. Que todos vean lo que le pasa a un monstruo que daña a un niño.

aba entumecida. Sentí la áspera cuerda morder mis tobillos. Luego, la caída nauseabunda, y el mundo se inclinó. Estaba suspendida boca abaj

olgante, una sonrisa fría

la vuelta y se alejó, Ximena aferrada a su b

na figura alta e imponente. No dijo nada, pero sentí un calor, una suave presión c

ita. -La voz era cruda, ahogada por la emoción-. Juro por Dios q

ías de

sta de Alej

rio, aprovechando la compasión de sus seguidores, pero él no podía concentrarse en ella. Sofía. Había orde

nó. Era su jef

s. Ese lugar que menc

ndro martilleaba co

e él? -exigió

í. Hace cinco años. Con una mujer. Los lugareños los recuerdan a ambos c

con estrépito al suelo pulido. El sonido resonó en el repentino silencio. Su mente da

uridad por las solapas,

s loco?! ¿Sofía? ¿Mi esposa? ¿Esa

lento que rara vez se in

rimonio de Italia. Se casó con ella allí, antes del acc

e joven, su brazo alrededor de una hermosa mujer con una sonrisa radiante. Riendo, besándose, sus ojos

partirle el cráneo. Recuerdos, fragmentados y cegadores, lo golpearon. El aroma de su cabe

grito gutural desgarrándose de su garganta. La vi

uda-. ¡Tráiganla de vuelta

fe va

ntuario. Pero se ha ido. Desaparec

tina, y corrió. Salió disparado de su oficina, bajó las opulentas escaleras, salió por la puerta principal. Corrió a través de los cuidados ja

s costillas. El lugar todavía estaba lleno de reporteros, de multit

an. Se abrió paso entre ellos, un hombre po

cido. El artilugio de metal en el que la había colgado había desaparec

Recordó sus palabras, su grito final y desafiante: "De ahora en adelante, tú y yo no somos más que extraño

un proteccionismo patriarcal fuera de lugar. Se había dicho a sí mismo que no le importaba, no realmente. Había tratado de enterrar la confusa atracción

ndo frenéticamente a cada contacto, cada age

a Valdés! ¡No me im

ojó nada. Ni rastro. Ni pistas. S

sonó de nuev

rando. Tienes que venir a casa a consola

nto desesperado de autoconfort. *Está atada a este lugar. Volverá.* Ordenó a su equipo de seguridad que continua

idos de las incesantes queja

! ¡Son tan salvajes! ¡No paran

había gritado a los niños, furiosamente, por su broma. Incluso había intentado examinar las heridas de Sofía, un extraño e innegable impulso de calmarla. Pero entonces Ximena había llamado,

os recuerdos que regresaban, se contrajo. Forzó una sonrisa, agachándose para levantar a su hijo.

entro. Un único mensaje de texto sin leer, parcialmente oculto por una revi

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