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Historia

Capítulo 3

Palabras:1684    |    Actualizado en: Hoy, a las 15:53

ista de So

blusa, rasgando la delicada tela para alejarla de mi carne ardiente. Me arañé el cuello, el pecho, tratando de

enía que llegar a casa. Tenía que llegar a una regadera. El santuario tenía pr

o por el contacto, buscaron a tientas la llave. Entré de golpe por la puerta, quitándome la ropa a medida que a

mada, un shock que me hizo gritar, pero era un tipo de dolor diferente, un dolor purificador. Me quedé all

lto anterior de Alejandro, palpitaba en protesta. El agotamiento, físico y emocional, amenazaba

estudio. La última caja. Contenía viejos álbumes de fotos, cartas, baratijas de

amnesia, antes de Ximena. Sonreíamos en cada foto, nuestros ojos llenos de un amor feroz y juvenil. Me dolió el corazón, una punzada profunda y hueca. Incluso después de todo,

mentira peligrosa y autodestructiva. Se

bum, rompiendo las fotos, triturando las cartas. Cada rasgadura era u

rdes de nuestro pasado. Las imágenes de nuestras sonrisas se enroscaron y ennegrecieron, convirtiéndose en cenizas

olpe. Alejandro estaba allí, con los ojos muy a

as quemaduras rojas en mi cuello y pecho. Su expr

voz áspera. Dio un paso hac

do de su asco, su violento retroceso ante mi toq

recipiente. Las llamas lamían los últimos vestigios de una fot

ojos se entrecerraron, una ira

esparcieron, algunas todavía humeantes. Arrancó una del suelo, sus ded

? ¿Estás tratando de recrear alguna fantasía retorcida para engañarme? -Sus ojos se fijaron en mis quemaduras-. ¿Esto

hada por su propia violencia anterior, y apret

odo es falso! ¡Estás tratando de incriminar a Ximena, ver

e -jadeé, las lágrimas corriend

bur

te darme lo que necesitaba. ¿Has cambiado de opinión ahora? ¿De repente quieres ser libre? ¿Cuál es tu jug

tales, despectivas, completamente desprovistas de reconocimiento. La e

¿Quieres que alabe tu belleza, Sofía? ¿Quieres que te diga lo deseable que eres? -Se acercó a mí, sus ojos oscur

rité cuando mi piel quemada rozó la áspera colcha. Luché, pero él era demasiado fuert

la de terror invadién

sonido frío

orrieron mi cuerpo, las quemaduras, los moretones, una mirada de profundo a

iendo por mis sienes. Me preparé para el

hombro. Mi cuerpo gritó en protesta, cada

as? -grité, mi vo

huir -se burló-. Un lugar dond

tal en la esquina, una extraña estructura parecida a una mesa con correas y ataduras. Se me heló la sangre. Era

ándose-. Déjame ir. Firmaré lo que sea. Me

ensificó, claván

arte del imperio al que estás legalmente atada? -Me arrojó sobre la fría mesa de metal. El impacto envió una sacudid

. Pero mi cuerpo estaba débil, mis movimientos torpes.

s se abrieron con horror. Este era un dispositivo que él había diseñado, un "probador de estrés", lo llamaba, para sus

jos fríos desprovistos de

e -declaró, su voz escalofriantemente t

, una fuerza fría y constrictora. Luego, un dolor agudo y penetrante. Era una presión que se sentía como si estuviera aplasta

se convulsionó, pero las ataduras se mantuvieron firmes. El dolor estaba más allá

que tenía delante, sino el Alejandro vibrante y risueño de la universidad. El Alejandro que me había abrazado cuan

re un susurro desesperado

Su expresión, momentos antes una máscara de placer sádico, de repente se

que tenía a menudo. Un sueño de una playa bañada por el sol, una mujer de largo cabello oscuro riendo, y un ho

as y girando diales. El dispositivo zumbó y luego se apagó. El dolo

s, frenéticos. Sacudió mi hombro, su voz á

es Mateo? ¿Cómo conoces ese nombr

permaneci

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