ista de So
blusa, rasgando la delicada tela para alejarla de mi carne ardiente. Me arañé el cuello, el pecho, tratando de
enía que llegar a casa. Tenía que llegar a una regadera. El santuario tenía pr
o por el contacto, buscaron a tientas la llave. Entré de golpe por la puerta, quitándome la ropa a medida que a
mada, un shock que me hizo gritar, pero era un tipo de dolor diferente, un dolor purificador. Me quedé all
lto anterior de Alejandro, palpitaba en protesta. El agotamiento, físico y emocional, amenazaba
estudio. La última caja. Contenía viejos álbumes de fotos, cartas, baratijas de
amnesia, antes de Ximena. Sonreíamos en cada foto, nuestros ojos llenos de un amor feroz y juvenil. Me dolió el corazón, una punzada profunda y hueca. Incluso después de todo,
mentira peligrosa y autodestructiva. Se
bum, rompiendo las fotos, triturando las cartas. Cada rasgadura era urdes de nuestro pasado. Las imágenes de nuestras sonrisas se enroscaron y ennegrecieron, convirtiéndose en cenizas
olpe. Alejandro estaba allí, con los ojos muy a
as quemaduras rojas en mi cuello y pecho. Su expr
voz áspera. Dio un paso hac
do de su asco, su violento retroceso ante mi toq
recipiente. Las llamas lamían los últimos vestigios de una fot
ojos se entrecerraron, una ira
esparcieron, algunas todavía humeantes. Arrancó una del suelo, sus ded
? ¿Estás tratando de recrear alguna fantasía retorcida para engañarme? -Sus ojos se fijaron en mis quemaduras-. ¿Esto
hada por su propia violencia anterior, y apret
odo es falso! ¡Estás tratando de incriminar a Ximena, ver
e -jadeé, las lágrimas corriend
bur
te darme lo que necesitaba. ¿Has cambiado de opinión ahora? ¿De repente quieres ser libre? ¿Cuál es tu jug
tales, despectivas, completamente desprovistas de reconocimiento. La e
¿Quieres que alabe tu belleza, Sofía? ¿Quieres que te diga lo deseable que eres? -Se acercó a mí, sus ojos oscur
rité cuando mi piel quemada rozó la áspera colcha. Luché, pero él era demasiado fuert
la de terror invadién
sonido frío
orrieron mi cuerpo, las quemaduras, los moretones, una mirada de profundo a
iendo por mis sienes. Me preparé para el
hombro. Mi cuerpo gritó en protesta, cada
as? -grité, mi vo
huir -se burló-. Un lugar dond
tal en la esquina, una extraña estructura parecida a una mesa con correas y ataduras. Se me heló la sangre. Era
ándose-. Déjame ir. Firmaré lo que sea. Me
ensificó, claván
arte del imperio al que estás legalmente atada? -Me arrojó sobre la fría mesa de metal. El impacto envió una sacudid
. Pero mi cuerpo estaba débil, mis movimientos torpes.
s se abrieron con horror. Este era un dispositivo que él había diseñado, un "probador de estrés", lo llamaba, para sus
jos fríos desprovistos de
e -declaró, su voz escalofriantemente t
, una fuerza fría y constrictora. Luego, un dolor agudo y penetrante. Era una presión que se sentía como si estuviera aplasta
se convulsionó, pero las ataduras se mantuvieron firmes. El dolor estaba más allá
que tenía delante, sino el Alejandro vibrante y risueño de la universidad. El Alejandro que me había abrazado cuan
re un susurro desesperado
Su expresión, momentos antes una máscara de placer sádico, de repente se
que tenía a menudo. Un sueño de una playa bañada por el sol, una mujer de largo cabello oscuro riendo, y un ho
as y girando diales. El dispositivo zumbó y luego se apagó. El dolo
s, frenéticos. Sacudió mi hombro, su voz á
es Mateo? ¿Cómo conoces ese nombr
permaneci

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