ista de So
que me decía cuando estábamos enamorados, antes del accidente. Ante
a astilla de esperanza, afilada y peligrosa, atravesó mi r
entira, aplastando esa pequeña chispa de esperanza-. Usted
lados pero perdiendo esa mirada intensa y buscadora. De hecho, parecía aliviado. Aliviado de que yo no fuera la m
bservando con un puchero confu
ies feos si no me dan un masaje decente. -Se dejó caer en la cama, exigiendo su atención-. Y esta habitación es bonita, pero
cansancio hasta los huesos que iba más allá del d
rza, los padres de Alejandro, entraron como un frente frío. Estela, una mujer cu
stela, envolviendo a Ximena en un abraz
star calculando, le dio a Alejandro un seco asentimiento
lia. Este lugar, este santuario -dijo la pa
ra invisible para ellos. Lo h
falsa dulzura-, Ale, cariño, tenemos un pequeño detalle para
a el collar de la familia Valdés. El collar de mi abuela. Mi dote. El que me h
ra un símbolo del legado de mi familia, un pedazo de mi historia. Ahora, se lo
mó Estela-. Un ajuste perfecto para la
ervino, su
. Solo este... pequeño negocio tuyo. Ximena, por otro lado, nos da esperanza para el legado de lo
habían sido la banda sonora de mi jaula dorada. Cada día festivo, cada reunión familiar, una nueva andanada de insultos
a sonó. Contestó, su
en altavoz-. ¿Extrañan a la abuela? ¿No? Oh, bueno, ¿adivinen qu
escuchar las vocecitas
es mala! ¡La tí
ela al teléfono-. ¿Qué debería
de niño
mpú
uerza sorprendente. Me dio una fuerte bofetada en la cara. El agudo esco
no. Me iba. Pronto. Muy pr
observando todo esto, de r
oz cortante. Puso una mano en el bra
sorprendida,
merece! ¡Es u
dro negó co
que no pude descifrar, luego miró mi muñeca
é la opo
e, con la voz tensa. Me di la vuelta y prácticamente cor
a vibrar. Clara. *El socio acaba de confirmar la tran
dió. Hecho. Finalmente estaba hecho. Ahora, solo necesitaba llegar a c
ica de mi escape. Mi padre lo había arreglado todo. Un co
de detrás de un arbusto en maceta, bloqueando mi camino. Los hijos de Alejandro. Eran l
yor, un mini-Alejandro con su
ar! -intervino la niña, su rost
ndo de pasar junto a ellos. Mi muñe
pequeña y colorida pistola de agua-.
parente salió disparado del juguete. Me golpeó en la cara,
dieron la vuelta y corrieron, sus pequeñas fi
go. Mi visión se volvió borrosa, las lágrimas corrían por mi cara, mezclándose con el fl
lanco, el mundo girando a mi alrededor. El olor a carne quemada

GOOGLE PLAY