ista de So
lanco y cegador de mi habitación me miraba fijamente. Mi cuerpo dolía con un palpitar sordo y persist
bía. ¿Mateo? Tonterías. Una alucinación por el dolor. Siempre había descartado cualquier cosa que no encajara en su estrecha
era fría
así seguirás. -Su voz era plana, desprovista de la confusión anterior-. No vuelva
un brillo calcul
e he estado invirtiendo y expandiendo sutilmente para ti, seg
No le daría la satisfacción de una respu
speranza: el coche que mi padre había arreglado
a que pasaba había ido minando mi espíritu, erosionando a la mujer vibrante que una vez fui. El dolor era un compañero constante, u
había ido. Reemplaz
soluta e irrevoc
pantalla, una suave sonrisa asomó a sus labios. Era
vesó el teléfono-. ¡La bebé! ¡Algo anda mal! ¡Está sangrando
teléfono de un golpe. Sus ojos, ahora ardien
la cama, mi piel aún sensible gri
maníaco, los neumáticos chirriando, dejando un rastro de goma en el pavimento. El s
ro perfectamente maquillado surcado por lágrimas fingidas. Sus ojo
us uñas se arrastraron por mi mejilla, dejando marcas
apartarla-. ¡Revisen las cámaras d
as, se adelantó tropezando, su rostro pálido y temb
La vi! La señora Valdés... ¡
la sangre
, su voz quebrándose-. Me ofreció una gran suma de dinero para... para lastimar a la bebé, solo un
sadilla. Una pesadilla malicio
mi voz ronca-. ¡Está min
itud de clientes, atraídos por
o! -gritó
iero mi dinero de vuelta! ¡No pu
o estaban siendo inundadas de odio. Llamadas a boicots. Mi socio, el que acababa de confirmar la transferencia, llamó, su voz t
da de los brazos temblorosos de Ximena. El labio de la infante estaba hinchado, un
su voz un susurro escalof
ó Ximena, aferrándose a su brazo-.
nunca apartándose de los míos. Su voz bajó a
pavor, una manta sofoca
do la cabeza-. Por
za, forzando mi barbilla hacia arriba. La primera puntada. La aguja atravesó mi labio, un dolor agudo e insoportable. Grité, pero no salió ningún sonido. Solo un ruido desgarrador y áspero. Otra puntada. Y otra. El hi
stido blanco puro, un marca
vaba, su expres
ita no ver nada. No oír nada. No decir nada. -Se volvió
atrapado dentro de mis labios cosidos. El guar
ita entender que nunca volverá a hablar, ni a ver, ni a oír si se atreve a cruzarse en mi ca
rota e histérica. Pensé en mis decisiones pasadas. Mi amor ciego. Mi tonta esperanz
n todo lo que tenía. Y él me había

GOOGLE PLAY