Instalar App
Historia
Noventa y Nueve Compromisos, Una Traición

Noventa y Nueve Compromisos, Una Traición

Autor: Gavin
img img img

Capítulo 1

Palabras:2145    |    Actualizado en: Hoy, a las 15:48

runo Preston, un magnate tecnológico hermético que parecía ser el único h

accesorio conveniente, una esposa que necesitaba para ocultar

y sin ventanas, usando mi claustrofobia infantil como un arma para quebrarme. Necesit

mi terror era un espectáculo para sus ojos fríos y calcu

benéfica transmitida en vivo, miré a la cámara y sonreí. "Evel

ítu

rreconciliables". En realidad, la diferencia siempre era la misma. Mi boca. Se movía demasiado rápido, con demasiada frecuencia, demasiado. Era

, suspiraba mi madre, acariciándome e

as, más risas, más vida. Ese era mi lema. Pero al parec

más. No más perseguir un cuento de hadas que claramente no era para mí. El matrimon

onocí a Br

que contenían la intensidad silenciosa de una tormenta de invierno. Un magnate tecnológico de Monterrey, de dinero viejo, preciso, glacial. C

nerviosa, mis palabras salían a borbotones como canicas por unas escaleras. Estaba pujando por un

e va a las dos...",

!", grité, mi voz qu

os metros de distancia, giró la cabeza lentamente. Su mirada, usualme

de mi manga. "¿Estás segura? Dij

o alto. "¡Pero es por una buena causa y, además,

se crisparon. El fan

profunda y resonante c

a mirando, realmente mirando, con esos ojos tran

, declaré, con un

pequeño gesto que decía

merario. Cada vez que yo hablaba, sentía una extraña euforia. Cada vez que él respondía

", grité finalment

eradamente, bajó su paleta. Un suspiro col

eñorita", sonri

nrisa triunfante en mi rost

gunas batallas no valen la pena, especialment

do. "¿Así le dicen ahora? Usualmente es 'od

eza. "A mí me par

mi locuacidad. Mi sonrisa vaciló, un calor n

rante horas, me sentí como una verdadera conocedora de arte. Lo conseguí por una ganga, o eso pensé. Lo llevé a casa, se lo presumí a todos mis amigos. Resulta que lo había pintad

s labios. No se estaba rien

elegante traje negro, se aclaró la garganta. "S

abra. Sus ojos todavía estaban en mí. "Por favor,

o demasiado. Este hombre, este glacial y silencios

e imaginé conduciéndolo por el campo, con una bufanda ondeando al viento. Resulta que era un auto de utilería de una película de bajo presupuesto, unido con cinta adhesiva y

etumbante que me envió escalofríos por la espa

Bruno Preston era el indicado. Era el hombre que me veía, que realmente me veía, y no intentaba apa

imista. Mis amigos, más pragmáticos, me advirtieron que me lo tomara con calma. Pero yo es

a los socialités más cínicos de la Ciudad de México. Había roto la maldición de los noventa y nueve. Era la

ntré tranquilizador, ahora se sentía como un muro de hielo. Yo hablaba y hablaba, llenando el silencio, esperando que él

iciar una conversación. Le preguntaba sobre su trabajo, su infancia, sus sue

que decir? ¡Te acabo de contar sobre el escándalo de

taba provocar una reacción. Subía la música demasiado alto, dejaba mi ropa por todo el suelo, derramaba café "acciden

iela, mi vida, sabes que prefiero una casa ordenada". No una

staba gritando a un abismo, y el abismo me devolvía la sonrisa, pacientemente. Algo and

n regresó. Su h

nocentes. Bruno se mostró instantáneamente solícito, su atención silenciosa se ampl

nó mi teléfono. Era tard

o. ¿Puedes venir por mí? Estoy en el To

ella de inmediato. "¡Oh, Eve

o lío. Una pelea de bar, en realidad. Una tontería

frágil Evelyn? Esta era sin duda

ualquier cosa. Soy muy buena hablando, ¿sabes? Una vez logré que no me multaran por exceso de velocidad con un oficial muy gruñón. Se sorprendió tanto con

ozo era la única interrupción. Sentí una oleada

a reunión de la junta directiva, pero escuchó, con su voz tranquila, mientras yo relataba la dramática historia de Evelyn defendiendo a un

obre la agresión no provocada y la defensa propia, y cómo Evelyn tiene una brújula moral tan fuerte que no podía quedarse de brazos cruzados viendo una injusticia. Digo, ¿quién p

ar. Dijo que estaría allí tan pronto como

ba pagando la fianza de Evelyn. Unos minutos después, la estaban escoltando hacia afuera, con aspecto ali

i siquiera me notó al principio. Entró a grandes zancadas, su rostro una máscara

onando en la silenciosa deleg

una emoción cruda e indómita. No solo estaba h

e no era el Bruno que yo conocí

daces. No solo expresaba preocupación. Expresaba una ira profunda y profunda. Y tod

presión furiosa se suavizó al instante, reemplazada por un d

só. Pero era demasiado tarde. Lo había visto. Al verdadero Bruno. El que podía

o me dolía. No podía hablar. Simplemente me levanté, mis piernas se sentían

Instalar App
icon APP STORE
icon GOOGLE PLAY