enciosa. Una colosal escultura abstracta, hecha de metal retorcido y vidrio reluciente, dominaba e
staba a mi lado, con la cabeza inclinada hacia atrás, admirando la pieza con una intensidad que no espe
la -coincidió, sus ojos brillando-. Tiene ag
no me había permitido sentir en años. Mi exnovio, Eduardo, la habría llamado "pretenciosa"
vulnerabilidad en mi voz-. Es... abrumador de la mejor manera posible -una lágrima asomó p
e extendió la mano y tomó la mía con delicadeza. Su pulgar frotó cír
n momento, a
su voz suave, casi un susurro-. Sentir
vaba con una expresión de triunfo silencioso, como un científico observando un expe
ía visto una reacción emocional genuina, y en su mente estratégica, eso era una victoria.
mo para mostrarte sus emociones en carne viva, significa que estás haciendo algo bien. Significa que
nte, una pequeña sonri
ien que finge ser solo un niño
, un brillo juguetón
o principalmente me escapaba a comer bocadillos y dibujaba caricaturas de los visitantes estirados -señaló un
intura, l
ibu
n sonrojo genuino subi
repente se volvió tímido, un la
endo, las palabras saliendo de mi boca
nr
nitiv
tipo de comodidad con él. Un silencio agradable se unió a las bromas juguetonas. No era solo el arte lo qu
, un CEO tecnológico hecho a sí mismo. Había construido Tecnologías Garza desde cero, comenzando con nada más que un intelecto feroz y una am
maron "ingenua", "no escalable". Dijeron que solo era un junior jugando con el dinero de papá -pateó una piedra invisible en el suelo pulido-. Int
ó, una sonrisa ir
que a veces, tienes que
e? -pregunté, ya sa
fracción-. Y donde Bruno Ferrer gana. Por eso estoy aquí, Alicia. Para meterme b
ando contra otros titanes de la tecnología, demasiado enfocado en la próxima gran adquisición. Bruno, a pesar de todo su encanto y recur
unté, un toque de escepticismo en mi voz. Eduardo era
có una sonris
un punto débil. O una debilidad evidente -hizo una pausa, su
alos, y Bruno insistió en comprarme un peque
hoy -dijo, ponié
dedor de la madera lisa. Fue un gesto con
ese Eduardo Garza. Ustedes dos mantuvieron las cosas bastante en sec
gí de h
que era mejor para mi privacid
ue realmente tenía personalidad -entrecerró los ojos, un ceño pensativo en su rostro-. De hecho, recuerdo haberte visto en una de sus
é, sorp
no recu
a alguien como Eduardo. Demasiado... única para su gusto -me miró, un destello de algo ilegible en su mirad
éricos. Una bufanda de diseñador. Un reloj caro. Cosas que podía comprar de una lista. Eran transaccionales, símbolos de su
cho a mano, tallado por él en un momento de rara e inusu

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