sta de Elen
eles e invisibles. El único momento en que me sentía verdaderamente viva, verdaderamente yo, era cuando bailaba. En e
la única razón por la que me aferraba a la mía. Cada aliento que t
stillas en mi mano, la vertiginosa altura del horizonte de la ciudad desde el ba
Elena, tu
ligarme a soportar otro día, otro aliento, otro momento agonizante
ico lenguaje que mi espíritu destrozado entendía. Era
rcido matrimonio, un milagro. Un pequeño
te. Era solícito, casi tierno. Me compraba flores, me llevaba el desayuno a la ca
, soltó
, "es hora de que dejes de bailar. Es dem
Mi baile. Mi último
alguien que gestione su nueva firma de relaciones públicas. Está muy ocupada con su carrera polí
z era apenas un susurro. "Grego
bur
arina mediocre. Isla, en cambio, ella tie
a sumisión interminable. Se hicieron añicos. Agarré el delicado jarrón de rosas que me ha
dejó gritar, me dejó romper cosas. Y cuando estuve agotada, de
friantemente tranquila. "Porque si no, te aseg
uerta se cerró de golpe detrás de él, dejándome entre
fono: *¿Estás bien, Elena? Nos enteramos de la nue
ernas, que entonces todavía eran mías, se movieron en piloto automático, l
staba entreabierta. Y a través de la rendija, lo vi. Isla, en sus brazos, su cabeza acurrucada contra su pecho
edí tambaleándome, el mundo giraba. Quería g
rirla por completo, mi v
¿Qué signi
Los ojos de Gregorio se abrieron de par en p
to afuera de su oficina. Antes de que pudiera siquiera registrar lo que estaba suce
olaba por el aire, una muñeca de trapo lanzada por una fuerza invisible. Lua vacía. Estaba llena del grito desgarrador de una madre p
mplazadas por un vacío pesado y doloroso. Los doctores me dijeron que nu
a robado el futuro. Y ellos, Gregorio e Isla,

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