/0/20489/coverbig.jpg?v=20251031215627)
o de mi suegra «paralítica» para pagar por un er
fue el mismo día que me enteré de que me había enga
tiras, me rompieron la pierna y me sometieron a terapia de electroch
scuché decir que su mayor arrepent
último rastro de mi amor
a a sus patéticas súplicas de perdón, un
ara ponerme a salv
tal, mirándome con esperanza en los ojos, p
ítu
ista de An
r por un error que mi esposo nunca me dejó olvidar. El día que descubrí que todo era una mentira fue
gra, Dolores Garza, «accidentalmente» derramaba algo en su ropa. Esta vez, fue un espeso y almibarado jugo de zarzamora, manchando la blusa color crema de
Otro pedazo de mi cordura
el costoso material. Reflejaba el agujero que Dolores había estad
a! ¿Est
ido de la secadora. Siempre sonaba tan robusta para una
da en la mano. Dolores estaba estacionada en su silla de ruedas de última gen
tan torpe. No sé qué vio mi hijo en ti. Una cara bonita, supon
r era como lanzar piedras a un agujero negro;
ando contra el cuero pálido. Tendría que salir a comprarle un
s a la basura por tu descuido. Me lo debes, Andre
vuelta para irme, para limpiar el desastre, para tallar la ma
la, bloqueándome el paso. Las ruedas de goma
s piernas. Necesito un masaje. Usa el aceite de árnica
ente sin vida, se sentían firmes y musculosas bajo mis manos. Dos años de esto. Dos años de dar
a Ciudad de México y el olor a planos y café recién hecho. Solía diseñar edificios que tocaban el cielo. Ahora,
y me levanté, con
go más,
jo, una sonrisa cruel
has sido suficiente
mi santuario. Me dejé caer en la silla de mimbre y saqué
lusa. Dijo que
nsaje, mi pul
a casa
aje quedó ahí, entregado pero no leído. Un dolor hueco y familiar se instaló e
ejando, y Héctor odiaba que me quejara. Siempre decía:
ón limitada. No tenía arreglo. Pero quizás... quizás podría salvar el encaje. Era el patrón favo
vana esperanza de que pudieran hacer un milagro. Era una excusa frágil para salir de la casa, para respira
ra una notificación automática del juzgado. Mi corazón dio un vuelco extraño y
un recordatorio final. Su acuerdo de separación legal será finalizado y convertido en un
ante mis ojos. Separa
a respiración
tor, hace unos meses, deslizando una pila de papeles s
nena -había dicho, con voz cansada-. Sus abogados quieren todo en o
mida por el horario de Dolores, por la fatiga constante y agotadora, qu
z era un zumbido distante. La gente en la fila d
a? ¿Est
, mi rostro una
abra un susurro seco en
l sol cegador del mediodía. El calor se sentía como un golpe físico, pero yo tenía frío. Un frío pr
ó de nuevo. Un m
ocupado. ¿Qué
e irreflexivas. No tenía idea de que yo lo sabía.
mular una pregunta, para dar voz al grito
lárium era mi único destino. Necesi
en el camino de
lí. Y también el convertible r
imientos silenciosos. Podía oír sus
puertas de cristal, vi a Dolores. Estaba de pie. De pie y riendo,
Héctor y la mujer que Dolores siempr
al! ¡Apenas llevas una semana fuer
la mano y una pequeña y dolida sonrisa en el rostro. Observaba a su madre, una mujer
ó. Era una mentira. Todo. La parálisis, el dolor, la impotencia.
entras se movía para pararse junto a Héctor, su mano posesivamente en su brazo-. Andr
ntó de nuevo en su silla de ruedas, con un movimiento practicado y fluido-. Pero cumplió su propósi
de Sofía se apretó
er. Y ahora, estará fuera del panorama para siempre. Héctor di
omó un largo trago de su whisky, con los ojos fi
neo triunfante-, puedes mudarte, Sofía. Finalm
La enfermera no remunerada, la esposa
on. Desdibujaron la imagen de los tres, una pequeña y
e la boca para ahogar un sollozo. Subí las escal
splacé por mis contactos, pasando por Héctor, por Beatriz, mi mejor amiga, hasta un n
antes de que una voz nítida
lo
her
un susurro
yo. A
ilencio atónito. Luego, su voz,
ea? ¿Q
cir, las palabras arrancándose de mi garg
an, ajenas a todo. Durante dos años, había creí
empezar, nunca había sido parte d

GOOGLE PLAY