ista de An
de un amor que había muerto tan silenciosamente que ni siquiera me había dado cuenta de su fallecimient
en la habitación silenciosa. Abrí los cajones, sacando las pocas prendas que eran v
cerró abajo. Unos pasos, pesados y
on la corbata aflojada y el saco del traje colgado del hombro. Vio l
ndo un suéter, mis movimie
de algunas de mis cosas viejas. Di
perado, el sonido rechinando
No puedes simplemente ignorarla
omó en el borde de la cama, pasándose una
ero has cambiado. Solí
de ayer. La mancha de jugo morado se había secado en una mancha oscura
Héctor -dije, mi voz peligrosamen
de la mancha a la quemadura. Por un segundo, un músculo en su mandíbula se co
renda de vestir? -Hizo una bola con la tela y la arrojó violentament
te construida de dos años de sufrimiento silencios
os mejores despachos de arquitectura del país. Renuncié a mis amigos, a mi familia, a toda mi vida para venir
éndose de pie de un salto-. ¡Está par
añas. Era su arma favorita, la que desenvainaba c
onferencia crucial a altas horas de la noche, un trato que aseguraría una inversión masiva para el portafolio de su madre. Yo había estado llorando, y él
na semana después, tuvo una «parálisis psicosomática inducida por el estrés». Los médi
la culpa y el duel
do de compensarlo. He atendido todos sus caprichos, soportado todos sus insultos. He dejado que me despoje de cada pedaz
az de encontrar mis ojo
ose en el tono apaciguador que
ahora. Sofía vendrá a quedarse un tiempo. Pued
. Sofía Bustamante. Su novia de la preparatoria. La mujer que Dolores
mudar? -pregun
dijo rápidamente, sin
que había escuchado en el solárium estaba a punto de convertirse
a sacar más de mis cosas
destello de pán
stás ha
a-. Para Sofía. Tienes razón. Se
jugué mi ú
r. Recibí una notificación por
se drenó de sus mejillas, dejando su
de qué est
ta de toda emoción-. Los que me hiciste firmar. Los que
se, su mano se aferró
me obligó. Amenazó con... con cortarme el fi
ue su culpa. Siempre fue su madre, el mer
habérmelo dicho. Podrías haberme tratado como tu esposa, tu compañera. Pero no lo hic
ándose-. ¡Estás torciendo las cosas! ¡Si
Vi la debilidad en sus ojos, el gesto petulante de su boca. El hombre con el que me había casado, e
recordé prometiendo estar a mi lado, protegerme. Recordé todos los pequeños momentos,
os labios antes de que pudiera detenerla. Una súplica des
mano por el cabello de nuevo, un gesto de pura frustración-. Pero tienes que entende
s esto d
y murió, sin dejar nada más que cenizas frías y gr
oz un eco hueco.
a crisis había sido evitada.
u voz recuperando su tono confiado habitual. Ya estaba avanzando
chón hundiéndose bajo mi peso. Mi mano se posó en un pequeño y polvoriento marco de fotos en la mesita de noche. Era una foto n
a una pila de documentos legales engañosos
je al número que había llamado an
as. Estar
sta fue i
mos esp
jo me hizo saltar. Fue seguido por la voz chillona y exigen
ón había

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