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Historia
El hastío de un multimillonario, el ascenso de una esposa

El hastío de un multimillonario, el ascenso de una esposa

Autor: Gavin
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Capítulo 1

Palabras:1549    |    Actualizado en: 23/10/2025

CEO de una empresa tecnológica. Renuncié a mi carrera como arquit

rle un caldo de hueso que cociné por ocho

te... esto

tamento de ella y luego volvía a casa para culparme por su infelicidad. En una gala familiar, cuando por fin me defen

ero se negaba a mis súplicas de divorcio, d

de Alejandro e Isabella. Después de castig

uye la vida

para reclamar la vida, y la carre

ítu

Elisa

en la alta sociedad de Polanco por mi cocina gourmet. Entonces, justo afuera de la puerta de su oficina, e

illo. Sostenía el termo, su calor era un consuelo familiar contra mis palmas. Este era mi ritual, mi deber, mi expresión de a

aba ligeramente entreabierta. La voz de Alejandro, suave y segura,

-preguntó Julián, en un tono casual-. Ustedes son c

abios. Por supuesto que las cosas estaban bien. Había d

a breve

z le faltaba su convicción habitu

amigo. Es una santa. Una diosa en la cocina.

ndió, pesado e incómodo. Contuve la respiración, el

voz baja y cargada de un cansancio que nunca antes

lpeó como un puñ

la casa a la perfección, cocina como un chef con estrellas Michelin, nunca se queja. Es.

si me hubieran sumergido en agua helada. Mi vida meticulosamente construida, mi identidad como la esposa perfecta, se desmo

a rutina predecible de la que se había cansado. Había renunciado a mi carrera como arquitecta, una pasión que una vez me definió, para convertirme en la Sra

taba ab

la misma página. Él veía mi devoción como algo tedios

e desaparecer antes de que se dieran cuenta de mi presencia,

, ¿vas a escondert

ex prometida. La mujer con la que mi sue

en mí al instante. Una sonrisa lenta y triunfante se extendió por

erte y teatral-. Trayéndole el almuerzo a Alejandr

n cumplido, pero su

a leve molestia por mi presencia. No me miró a los ojos. Simplemente extendió l

cándolo en su escritori

ra maestra creaste hoy, Elisa? Alejandro me decía el otro día que a veces extraña las cosas simple

eso? ¿Se había quejado de mi cocina, lo único por l

de Alejandro, su muslo a solo centímetros de su brazo, y abrió el termo. Tomó la

xpresión no mostraba impre

abía usado para describir

echo, una presión acumulándose detrás

forma en que mi rostro había palidecido. Se levant

oz ahora teñida de una preocupación

antes de que

nció e

necesidades de ella una hora antes del almuerzo fueran más importantes que la flagrante falta de respe

mi garganta demasiado

rededor de ella, su pulgar acariciando el dorso de mi mano en un gest

-susurró, su voz b

ella alegremente, rompiendo el tenso silencio. Me lanzó una mirada directa

s en la habitación inter

o puedo

o tiempo desde que

e miró, lue

perando algo de su energí

ó. Recogió el termo ahora vacío y la tapa, y me los pus

isa -dijo, su tono final-

uiendo el fuego de mi ira y dejando solo cenizas frías.

voz de Isabella, enfermizamente dulce y g

taste a Elisa a venir? Es un ret

di la vuelta, pero podía sentir todo

ó, un sonido de

iente que me cortó más profundo que cualquier otra cosa-. Realmente n

sentir incómodos. Yo, la mujer que se había contorsionado en una

nas a moverse, a salir de esa oficina y bajar por el largo y silen

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