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CEO de una empresa tecnológica. Renuncié a mi carrera como arquit
rle un caldo de hueso que cociné por ocho
te... esto
tamento de ella y luego volvía a casa para culparme por su infelicidad. En una gala familiar, cuando por fin me defen
ero se negaba a mis súplicas de divorcio, d
de Alejandro e Isabella. Después de castig
uye la vida
para reclamar la vida, y la carre
ítu
Elisa
en la alta sociedad de Polanco por mi cocina gourmet. Entonces, justo afuera de la puerta de su oficina, e
illo. Sostenía el termo, su calor era un consuelo familiar contra mis palmas. Este era mi ritual, mi deber, mi expresión de a
aba ligeramente entreabierta. La voz de Alejandro, suave y segura,
-preguntó Julián, en un tono casual-. Ustedes son c
abios. Por supuesto que las cosas estaban bien. Había d
a breve
z le faltaba su convicción habitu
amigo. Es una santa. Una diosa en la cocina.
ndió, pesado e incómodo. Contuve la respiración, el
voz baja y cargada de un cansancio que nunca antes
lpeó como un puñ
la casa a la perfección, cocina como un chef con estrellas Michelin, nunca se queja. Es.
si me hubieran sumergido en agua helada. Mi vida meticulosamente construida, mi identidad como la esposa perfecta, se desmo
a rutina predecible de la que se había cansado. Había renunciado a mi carrera como arquitecta, una pasión que una vez me definió, para convertirme en la Sra
taba ab
la misma página. Él veía mi devoción como algo tedios
e desaparecer antes de que se dieran cuenta de mi presencia,
, ¿vas a escondert
ex prometida. La mujer con la que mi sue
en mí al instante. Una sonrisa lenta y triunfante se extendió por
erte y teatral-. Trayéndole el almuerzo a Alejandr
n cumplido, pero su
a leve molestia por mi presencia. No me miró a los ojos. Simplemente extendió l
cándolo en su escritori
ra maestra creaste hoy, Elisa? Alejandro me decía el otro día que a veces extraña las cosas simple
eso? ¿Se había quejado de mi cocina, lo único por l
de Alejandro, su muslo a solo centímetros de su brazo, y abrió el termo. Tomó la
xpresión no mostraba impre
abía usado para describir
echo, una presión acumulándose detrás
forma en que mi rostro había palidecido. Se levant
oz ahora teñida de una preocupación
antes de que
nció e
necesidades de ella una hora antes del almuerzo fueran más importantes que la flagrante falta de respe
mi garganta demasiado
rededor de ella, su pulgar acariciando el dorso de mi mano en un gest
-susurró, su voz b
ella alegremente, rompiendo el tenso silencio. Me lanzó una mirada directa
s en la habitación inter
o puedo
o tiempo desde que
e miró, lue
perando algo de su energí
ó. Recogió el termo ahora vacío y la tapa, y me los pus
isa -dijo, su tono final-
uiendo el fuego de mi ira y dejando solo cenizas frías.
voz de Isabella, enfermizamente dulce y g
taste a Elisa a venir? Es un ret
di la vuelta, pero podía sentir todo
ó, un sonido de
iente que me cortó más profundo que cualquier otra cosa-. Realmente n
sentir incómodos. Yo, la mujer que se había contorsionado en una
nas a moverse, a salir de esa oficina y bajar por el largo y silen

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