Elisa
dro finalmente entró por la puerta en la tercera noche, yo estaba sentada en
casa con un ramo ridículamente grande de mis peonías favoritas y una pequeña caja de terciopelo que cont
gó a casa con l
na mientras se quitaba
do en el salmón a la plancha de su plato. El s
el ceño fruncido en señal de d
opio tenedor congelado a
repentina y desproporcionada-. Has estado haciendo esto
noche en el departamento de su ex prometida, y me estaba gritando por un pescado seco. Fue entonces cuando lo supe. Esto no era por el
e había estado con su familia durante décadas, salió cor
as manos-. Es mi culpa. La señora Montero no se sentía bien h
pareció verme de verdad, notando mi rostro pálido y las ojeras bajo mis ojos. Un destello de al
o de desdén
-murmuró, su ira desinflándose
ni por su falsa acusación, y ciertam
n un suave tintineo. El sonido fue silencioso, pero en el te
vista, sus o
i voz uniforme y tr
erceptible. Su mirada era indescifrable, una má
dramáti
istí-. Estás enojado, pe
erfectamente peinado. Era su movimiento clásico, el gesto que usaba cuando intentaba parecer razonable y paciente frente a lo que él co
me había casado, el hombre que me había mirado con tanta ador
lengua-. Y no soy tu chef personal. Si no te gusta la comida, puedes en
la hacia atrá
s 'cosas simples', estoy segura de que Isabella estaría más que feli
o de pie de un salto, su silla raspan
a con esto? -exigió, su voz
ije simp
meterla en cada conversación! -Golpeó la mesa con la mano, haciendo que los cubiertos sal
l silencio ensordecedor, el olor del salmón seco y no deseado flo

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