sta de Jose
ría de un viejo hotel en el centro. Esa noche, el departamento se sentía demasiado
impiando y vendando meticulosamente el pequeño raspón en mi rodilla de donde me había arrodillado en la oficina
ó en el asiento junto a la ventana, abrazando sus rodillas contra el pecho, y miró
la puse alrededor. "Te v
as. "¿Van a alejarte de mí?", susurró, la pregunta t
ar una ligereza en mi voz que no sentí
os. "Eres buena. Y ese hombre... parecía el
ño, no soy algo que la gente así quiera.
que vinieras, papá y yo... solo éramos dos personas calladas en una casa callada. Estaba bien. Pero luego llegaste
ggy... y su padre... no son buenas personas. Son unos abus
eso del veredicto de Damián. Yo era un error, una desgracia, una mancha
de acero, Josefina", me dijo una vez, trazando la línea de mi espalda. "Y un corazón tan su
én lo veía. Veía a través de la ropa gastada y lo
ensé que era solo tímido, pero ahora lo vi por lo que era: una mente brillante, observando, escuchando, entendiendo todo. L
Vas a hacer grandes cosas algún día, Cale
ió. "Conseguiré un buen trabajo y ganaré mucho dinero, y t
necesito una casa grande. Solo necesito que cre
abios. Se limpió la nariz con la manga. "Está bien. Pero tienes
usurré, atrayén
meñique. "Prom
rededor del suyo. "
un tierno abrazo. En ese momento, abrazando a mi hijo, mi hijo elegido, sentí una profunda verdad asentarse e