sta de Jose
Arturo me guio por pasillos silenciosos y cavernosos hasta la suite de Iggy. El aire fuera de su puerta estaba cargado con el
ujer, empalagosamente dulce y teñida de frustración. "Ig
ela, esto no nos lleva a ninguna parte. Si no lo t
respondió la voz de la mujer, co
ó la puerta. "Señor. La
ensos. Y sentada en el borde de la cama, secando la frente de Iggy con un paño, estaba Isabela Mont
. "Miren lo que trajo el gato. Pensé que s
. "Isabela, quizás deberías descansar un
o. "Además, nuestra boda es en solo unos meses. Necesito acostumbrarme a cuidar de nuest
enía una orden inconfundible, el tono de un homb
da. Al pasar junto a mí, sus ojos, fríos y afilados como fragmento
los tres en la cavernosa habitación. Damián, yo, y el pequeñ
medicina", ordenó
ojadas por la fiebre. Abrió un ojo, vio que era yo, e inmed
no va a funcio
ante facilidad", dijo, su voz teñida de una extraña
ico que no podía negar, sin importar cuánto dolor estuviera asociado a é
n, me mantuvieron en un ala aislada de esta casa. Me dijeron que no debía ver al bebé, que era por su bien. Pero por la noche, me escabullía
xtraña en mi mano. "Iggy", dije, mi voz apenas un su
e mo
avor,
ojos vidriosos por la fiebre y el resenti
ó un pequeño sorbo e inmediatamente r
asta que estuvo fría. Tomó otro sorbo.
la medicina finalmente se acabara. Sentí una ola de agotamiento invadirme. Cale nunca era así
che, mis hombros cayendo con alivio. Podí
Iggy, su voz déb
Qu
. La que solías can
eló. "Yo... no sé
dose más fuerte con la agitación. "La
uina, se enderezó, su mirada aguda e inquisitiva. Me estaba
la guardería. Le había cantado a mi hijo en la oscuridad, mi voz un susurro roto, una canción de cuna sobre un pequeño b
o enojado y malcriado, reco
otra persona", mentí, mi
rabia repentina y violenta. Se sentó de golpe, sus peque
do hacia atrás de la cama. Extendí la mano para sostenerme, pero aterrizó d
ñicos baj
porcelana estaba incrustado en la palma de mi mano. La sangre, oscura y sorprende