ser su mundo, la mujer a la que debía honrar por encima de todas las demás. Recuerdo la sensación de mi pequeña bota sobre su anc
demasiado su orgullo. Ahora, veía cómo se arrodillaba voluntariamente, con mucho gusto, por otra mujer: por Eve, mirándola con una ternura q
iros cerrados. Guie a mi caballo hacia él, llevándolo hasta sus límites. Nos acercamos a un oxer alto, Midnight se armó de valor y saltó. En esa fracción de segundo, oí un fuerte crujido; la cincha de la silla se había roto. Salí despedida del caballo y aterricé con fuerza en el implacable suelo, sintiendo un profundo dolor en la pierna. Midnight, asustado y s
prendente, ya estaba a mi lado. Agarró las riendas de Midnight y le dio una orden en voz baja, calmando al instante al frenético animal. Era un maestro doma
parentemente atormentado por la culpa, se ofreció a cuidarme. Era un enfermero perfecto, at
cidente le había hecho darse cuenta de algo. Pero entonces veía cómo se le iluminaban los ojos cada vez que Eve lo visita
l silencioso y estéril pasillo del ala privada del hospital. Fue entonces cuando oí voces procedentes de una pequeña alcoba cercana al puesto de e
preté contra la pared, con el corazón latié
tara así. Mis cálculos indicaban que solo sufriría una caída leve, quizá un esguince. Suf
aída. No había sido un
ncia? ¿Jugar al cuidador de
habrá terminado, se pondrá bien y podre
ionado del hospital. Él me había hecho esto a propósito, para "asustarme y controlarme". Me mordí el labio con tanta fuerza que saboreé la sangre,