o de espinas, mi mente un mar revuelto de traición y miedo. Cada vez que cerraba l
madrugada, la puerta
Una sombra cayó sobre la habitación,
Alej
nicamente suyo, llenó mis sentidos. Era un aroma que s
mbo bajo en la oscuridad. Me tocó el
izó. Me apart
azarme así todas las noches, sus brazos una jaula que yo había confundido con un hogar. Esta noche, mi corazón era una piedra en mi pec
, poner distanci
y can
se alrededor de mi cintura, atrayénd
nfianza perezosa hacia el tatuaje sobre mi corazón.
marca, una vez símbolo de mi amor eterno, ahora se sentía como
ecreta y punto sensible. Su mano se movía con una
-susurré, mi voz tem
. Su toque era clínico, practicado y completamente des
nada hubiera cambiado. Como si su "verdadero amor" no estuvi
ndo sentí su peso s
período -dijo, su ton
todo ese dolor, y ni siquiera lo registraba. Para él, mi cuerpo era solo un calendario
co. Empujé contra su pecho, mi voz carga
rometida? Estoy segura de qu
e sufi
sculo de su cuerpo se tensó. Por un largo momento, no se movió. Luego, se apartó
a contra la luz de la luna
ió de la habitación sin decir una palabra más
lla había un tazón de sopa de pescado, del tipo que sabí
veces que lo había hecho. Yo tenía dieciséis años, luchando con un trozo de bacalao, y él había tomado mi plato sin
eñas bondades que me hi
versiones. Me conocía mejor que nadie. Y no me ama
na oleada de náuseas, más fuerte esta vez, me invadió. Salí de la cama a toda
nándose con arcadas secas. No hab
vanté la vista. Alejandro estaba de pie en
a vez? -preguntó, su v
rse blanco como un fantasma. Este era el momento. El momento
mente a los ojos, rezando para que no pudiera ver el te
sa, inquisitiva, y por un segundo aterrador, pensé que podía ver a través de mí,
ó, reemplazada por algo que no pude leer. ¿Ali
ente, su voz corta
ra irse, luego se d
nos casamos el
último clavo en el at
emente tranquila. Estaba entumecida.
lágrimas, súplicas. Esperaba a la chica rota que había
pesadas con un cansancio que llegaba hasta l
una pequeña y
ro que tú y Gisell
regalo. Uno generoso. Era lo menos que podía hacer para