us ojos brillando con una cruel satisfa
da, sin aire en los pulmones. Cada recuerdo, cada promesa susurrada,
e clavaron en la bols
eso? Dé
anzó so
nstinto primario y protector surgió en mí. Era una leon
a. Fue una pelea patética y desesperada. La tela se rasgó, y la bo
tos candado
cada uno una pequeña y reluciente
labios. Luego levantó el pie, su afilado tacón apla
bsoluto-. Qué lástima. Pero nunca debi
uelo, tratando de proteger las peq
é el último, su tacón cayó con fuerza sobre el dorso de mi mano, clavánd
rca del mío, su aliento
atética
sado pisapapeles de cristal de mi escritorio
s. Pero a través de la neblina, una oleada de rabia pura e inalterada m
ctriz. Jadeó, tambaleándose hacia atrás, y se
rizó, la puerta s
io a Giselle en el suelo, llorando, y a mí, despeinada y
n sus brazos, acunándola
hiciste?
minutos candados en mi mano magullada, l
dedo tembloroso-. ¡Solo vine a ver si estaba bien, y me ata
rle la verdad, pero las palabras no sal
Un destello de algo -reconocimiento, culpa- pasó por su
isó el cabello de Giselle, su voz
oy aquí. Yo me
fría mirad
le al médico par
ntemente alto para que yo la oyera-. Es inestable. Como
lculo en sus ojos. Realmente estaba conside
ando con la cabez
io de esperanza aferrándos
hijo. Iba a irme. Iba a ir con mis
Giselle se fueron, dejándome en las ruinas de mi
spués, vini
s blancos. No escucharon mis pro
as me sacaban a rastras de la
ró con ojos aburri
ue dicen tod
na mancha sin sentido mientras mi última esperanza moría. Me estaban llevando, y el homb
on una fuerza de tornillo. Lo vi entonces, de pie bajo l
jan
ontra mis captores-. ¡Ayúdame! ¿Cómo pudis
en sus ojos. Un atisbo del hombre que solía
una
solo unos centímetros, lo suficientemente cerc
y desprovista de emoción-. Lastimaste a Giselle. Necesi
voz bajando a un s
rendido la lección, una vez que admita
erte. No me estaba salvando. Me estaba
a para él. Un peón en su juego de venganza, una dive
mis hijos... todo