lugar resonó con la finalidad de mi situación. Me habían quitado la ropa, mis pertene
l aire de los pulmones. Jadeé, temblando, mientras un corpulento y
rte -gruñó el hombre, una sonrisa cruel en su
e lo que parecía
trucciones
stómago. Vomité, la bilis quemándome la gargant
delantera de mi bata, sus nudillos rozando mi p
¿Crees que eres demasiado buena para esto? Lo sé todo s
erpo, deteniéndose de una
o. Pero ahora estás aquí. Y aq
aliento fétid
rtirnos un poco, ¿eh? Puedo
lejos de su rostro lascivo y sus manos codiciosas, hasta que mi e
í -siseé, mi
sonido bajo
Pero no finjas que eres una virgencita
r. Retorcido y doloroso, sí, pero era mío. Escucharlo hablar de ello tan crudamente,
e extendi
r una víctima
ía armas. Las ventanas estaban enrejadas.
rancando la pesada cortina de su barra. En un movimiento fluido, enrollé la
rpresa y la rabia. Usé el impulso para patearlo con fue
rañando la tela alrededor
ritar pidi
peré.
ue quien me puso aquí. Él era el monstruo. Si me qu
. Las paredes eran altas, coronadas con alambre de púas y una cer
r ese alambre que pasar un s
epaba. El dolor era un rugido distante. Todo en lo que podía pensar era
a, un ángel oscuro para rescatarme. Pero mientras arrastraba mi cuerpo dolorido por e
a hueso de mi cuerpo. Tropecé por las calles oscuras,
lectrónica en la plaza de la ci
público. Era una grabación de Alejandro y yo, en la cama. No había desnudez, pero el audio.
ara que toda la ciudad lo oyera, fue la humillación definitiva. El homb