una sacudida de dolor por el costado. Se dirigía por el pasillo de
su voz lig
uisito! Nunca he vis
a voz de Arturo, llena de la misma tern
ida se encogió.
pequeño relicario en forma de corazón. Era de oro ant
ejó de
licario d
vivido al incendio. No tenía precio, no por su valor monetario, si
te en su dormitorio. La única otra pers
su voz un gruñido bajo. Se
acia atrás. El empujón repentino la hizo t
rotegiéndola, su cuerpo te
tás tratando de la
dolor le atravesó el costado, pero lo ign
frialdad-. Se lo di a
ó Frida, su mente dando vue
iento de hombros cruel-. Es solo u
a. Él la había visto sacar el relicario en el aniversario de la muerte de su madre. La ha
había dado a Ama
ido. Este hombre era un extra
éfono. Miró el identificador de l
seguida. -Salió de la habitación
alia cambió. La chica dulce y vulnerable desapareció, ree
rio frente a la
erdad? Creo que me
ásita, Amalia
ia s
él ama. Me da todo lo que quiero. T
sonrisa lent
. Tus juguetes, tus amigos, tus premios. Pero,
ando que el silenci
al hombr
avor helado recor
la tuya. Eventualme
de Amalia s
rio, su pulgar acariciando el oro-. Sabes, esta es la última pieza, ¿no? Lo último tuyo que no he
susurró Frida, s
lia. Me arrodillar
U
ida, la palabra arranc
D
lentamente en el frío suelo de mármol. Su orgullo, su ira
, su rostro una máscara de
me
iento deliberado y
icario
o con un cruji
equeño marco estaba doblado, el cristal destrozado. La foto de su madre esta
Ignoró el escozor en sus palmas mientras
ágrimas. Era un vacío hueco y doloroso donde solía e
a bofetada seca.
, con fuerza. Una marca roja ya
de horror desapegado la i
habitación, Amalia se arrojó a su
aba mirando, y Frida... se enojó tanto. ¡Dijo que no me lo me
o de Amalia hasta Frida, arrodillada en el suelo en
bruja -
ntentó defenderse.
sus ojo
a. Ella
ía que no lo haría.
y la abofeteó en la cara, un golpe real y sonoro es
oz peligrosamente tran
palda recta, dejando atrás el relicari
asillo, agarrándola del b
vas? -exigió, su voz
os, fríos y duros, se encontraron
teléfono-. Al vestíb