ón. Mi mente era una niebla de dolor. Sus pal
lo que e
e protegeré". Todo mentiras. Me había visto
jo. Estaba tan perdida en mi miseria que no vi las
obre la cabeza. Me arrastraron a un
de las olas y un hombre
dinero, o nunca volverás a ver
Sofía estaba atada a mi lado, sollozando histéricamente. El hombre de
a-. Déjame ir. ¡Es a ell
ate -intenté,
sonido ás
s a ver cuánto le importas
pués, con un maletín lle
Javier -dijo,
ó el dinero,
n. Solo puedes llevart
én elegiría. Siempre era el
os -dijo Alejandro, su
de llorar, su rostro se tornó
, lanzándose de repente sobre Javier
por el pelo y la estrelló co
de metal en la mano de Javier. Un c
í. Me lancé sobre Alejandro,
tivo. El cuchillo se hundió profu
gudo y se derrumbó en
a. Pateó a Javier a un lado y luego se v
, su voz un gruñido bajo y ate
e salvarte -tartamudeé,
de odio-. Si hubiera sabido que eras
y la sacó del barco, dejándom
rta, mi cuerpo entumeci
vibró en la cubierta. La pantalla se iluminó con
e vida: 24 ho
e calma me invadió. Fin
ó. Arrastré mi cuerpo exhausto a casa y escribí un testamento. Todo lo que tenía, que no er
médico y arreglé donar mi
ra-, vengan a buscarme cuando todo te
ama y cerré los ojos, l
abrió de golpe. Guardaespaldas. Los hombres de Alejan
ndro estaba allí, caminando de
-. Tiene un raro trastorno sanguíneo. Necesita
con incr
l doctor dijo que otro
ncia agotada-. Has vivido una vida de lu
s hombros, sus o
esta última cosa por mí. Te
a entrar en
aba en su lecho de muerte, sentarse en su cama en la habitación c
, pendeja", articuló a través del cr
voz, aunque inaudible, era clara e
médicos de mi habi
guja gruesa. Sentí un dolor agudo y
médula ósea. Estab
it
istal, Sofía me
e olvida
mpre había imaginado una muerte pacífica, desvaneciéndom
nato. El chocolate. La propuesta en
ima se deslizó
é. Espero que nunca no