México, un diluvio que ahogaba el ruido del t
eaba con todas sus fuerzas, el agua he
mpor
que
taba sus "me
años dedicados a e
r amiga de su difunta madre, una muje
, sofisticada. Y desde aquel supuesto accidente
lla, un amor secreto y devoto que lo llevaba a soportar sus caprichos, sus desplantes y sus peticiones
rriendo por la escalera de servicio, con el corazón l
Elena para recuperar el aliento antes de tocar, p
risa de
que usaba frente a los demás, era
el oído presionado
Elena? Ya pasaron cinco años", di
e siempre usaba con él, sonaba cortante y fría. "Todavía no he term
que el aire
llaci
e diversión. "¿Por qué sigues torturando a ese
mago de Mateo. Rodrigo, el amor de juventud de Elena
speraba en el aeropuerto. Iba a irme con él. Pero Mateo se puso enfermo, con una fiebre altísima. Tuve que qu
e Mateo se
ible. Elena se había quedado a su lado, leyéndole cuentos c
rálisis, todo, ¿solo para vengarte de
pagar. Cada recado estúpido, cada plato de comida que le tiro, cada vez que lo mando a la otra punta de la ciudad por un capricho. Cada vez es una pequ
as mujeres llena
cinco años de sacrificio, todo se convirtió en cenizas en un instante
puerta. La bolsa con los medicament
enso que no podía ni respirar. Quería gritar
gó a recoger la bolsa. Tenía que entrar. Ten
el ti
ofía lo miró con una s
eces una rata de a
sala, donde Elena lo esperaba en su silla de ruedas,
Estaba tan preocupada por ti con esta l
culta tras la máscara de fragilidad. Su corazón, que ant
dijo con voz neutra.
i niño. Ere
risa, que antes le parecía
visita y estaba en la cocina, salió hecha una furia. Isab
", le espetó a Elena, señalando a Mateo. "¡Míral
na expresión
itaba mis medicinas. Mate
. Se acercó a Mateo y le puso una man
Sentía que si abría la boca, vomitarí
costumbrado", logró decir, y sus palabra
ceño, notando el
ó suavemente. "Ve a cambiarte, no quiero que te en
a calculada. Una vuelta más
nada más y se dirigió a su pequ
e apoyó en ella y se d
ía volvió a llegar desde la sala, más
ió romperse. Las lágrimas silenciosas rodaron po
ar, solo quedaba un desierto de t