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Kaitlin se enamoró de Alan a primera vista, pero no consiguió conquistar su corazón ni siquiera después de tres años de matrimonio. Cuando su vida estaba en juego, él lloraba ante la tumba de su amada. Eso fue la gota que colmó el vaso. "Divorciémonos, Alan", dijo Kaitlin. Después del divorcio, Kaitlin prosperó en su nueva vida, ganando fama internacional como diseñadora. Recuperó la memoria y reivindicó su legítima identidad como heredera de un imperio joyero, al tiempo que asumía su nuevo papel como madre de dos preciosos gemelos. El pánico se apoderó de Alan cuando vio a los pretendientes alrededor de su exesposa. "Me equivoqué, cariño. Por favor, déjame ver a nuestros hijos", le suplicó Alan.
"¡Miren esa cara y ese cuerpo! Si la obligamos a trabajar como prostituta, ¡podría ganar fácilmente por lo menos cien mil al día!".
Kaitlin Hewitt se encontraba retenida en un edificio abandonado, con la frente sangrando.
Su ropa estaba rota y desaliñada, dejando al descubierto los hombros magullados y gran parte de su pecho, un testimonio de su inútil resistencia.
Dos días atrás, una misteriosa llamada la arrastró a esta pesadilla. La persona que la llamó afirmó conocer a sus padres biológicos, e incluso mencionó detalles específicos sobre su cuerpo que solo ella sabía.
La atrajeron a las afueras de la ciudad, y acabó en las garras de esos matones.
"No hagan nada precipitado... Puedo pagarles la cantidad que quieran", afirmó la muchacha con voz firme a pesar de la sangre que goteaba de la comisura de sus labios. "Soy la esposa de Alan Hewitt, sea cual sea el rescate, él puede permitírselo".
"¡¿Alan Hewitt?!". La revelación golpeó a los hombres como un rayo, provocando miradas de desconcierto entre ellos. "¿Él está casado? Nunca lo había oído".
Alan Hewitt era un hombre poderoso en Osewood, cuya mera reprobación podía enviar oleadas de conmoción a toda la ciudad. Si de hecho tenían a su esposa, la ira de aquel hombre podría aniquilarlos sin esfuerzo.
Notando la incertidumbre en las expresiones de los hombres, Kaitlin se serenó y dijo: "No diré que me secuestraron. Déjenme ir y les aseguro que recibirán el dinero sano y salvo".
El líder del grupo la observó detenidamente, fijándose en su costoso vestido de diseño y sus llamativos rasgos, y titubeó un poco.
Era evidente que su prenda era cara y ella atractiva, así que tenía sentido que un pez gordo de la talla de Alan la tomara como esposa.
Tras una breve y atenta mirada a sus cómplices, habló en tono gélido: "Dame su número, y sin trucos. Si tratas de engañarme, te venderé a un burdel de los alrededores, y no podrás escapar de la interminable fila de clientes".
Kaitlin, con la boca manchada de sangre, dijo con debilidad un número de teléfono.
El líder intentó marcar el número, pero la llamada se cortó de repente.
Frustrado, gritó: "¡Maldita sea! ¡¿Estás jugando conmigo?! ¡Ni siquiera contestó!".
Su expresión se ensombreció y propinó una fuerte patada a Kaitlin en la cintura.
El golpe le quitó el color de la cara a la muchacha y su voz se fue apagando. "No atiende las llamadas de un extraño... Por favor, déjame usar mi celular para llamarlo...".
"¡Típica gente rica y sus excentricidades!", masculló el líder.
Tras dudar un momento, le dio el celular a la chica y gruñó: "¡Dile que envíe doscientos millones! ¡O te joderán hasta que te desmayes!".
Los dedos de Kaitlin temblaron al marcar, con el corazón acelerado.
A pesar de llevar tres años casada con Alan, sabía que a él no le importaba ella; sin embargo, siempre había sido generoso, lo que le daba a la mujer una pizca de esperanza. ¿Pagaría el rescate?
El timbre del teléfono parecía no tener fin, sus nudillos palidecían mientras lo agarraba con fuerza.
Por fin contestó una voz, pero no era la de Alan, sino la de una mujer.
La que contestó no era otra que la renombrada diseñadora Lilliana Willis, hermana menor de la chica a la que Alan amaba.
"¿Kaitlin? Alan y yo estamos visitando la tumba de Ashley, ¿qué necesitas?". Se oyó la voz de Lilliana, y un temblor recorrió la mano de Kaitlin.
Ella encontró que lo que estaba sucediendo era irónico.
Era su tercer aniversario de boda y la habían secuestrado. Pasaron dos días y su esposo todavía no se había dado cuenta, sino que pasaba el tiempo junto a la tumba de su primer amor.
Le dolió el corazón, pensando en las razones de aquel hombre para casarse con ella: su abuela, Beth Hewitt, ansiaba tener bisnietos, y Kaitlin tenía un inquietante parecido con su amor verdadero, Ashley Willis, que murió en un deslizamiento de tierra tres años antes.
Al darse cuenta de que no era más que una mera sustituta, a la chica se le rompió el corazón; sin embargo, no era momento para la angustia.
Kaitlin luchó por contener las lágrimas y el dolor que se hacía evidente en su voz al pronunciar: "Señorita Willis, me urge hablar con Alan. Por favor, ¿podrías pasarle el celular?".
Lilliana dejó escapar una risita. "Oh, Kaitlin, ya sabes cómo es Alan. Hoy es el aniversario del fallecimiento de Ashley, así que no está de humor para tu drama. ¿Por qué no me cuentas lo que pasa?".
Mordiendo su frustración al notar la creciente impaciencia de los secuestradores, Kaitlin alzó la voz y gritó al celular: "¡Necesito hablar con Alan! ¡Ahora mismo! ¡Soy su esposa y no tienes derecho a impedírmelo!".
No se atrevió a mencionar el secuestro, temiendo que los secuestradores entraran en pánico y le hicieran daño, pero su tono asertivo pareció surtir efecto, pues oyó pasos de fondo y luego se escuchó la voz de Alan. "¿Quién es?".
Lilliana, fingiendo disgusto, tapó el auricular y susurró: "Es Kaitlin, insiste en hablar contigo. Le dije que estamos visitando la tumba de Ashley, pero se enfadó bastante y reclamó sus derechos como tu esposa...".
Alan se burló con desdén. "¿Esposa? ¿Acaso cuenta como tal? No es más que una doble. Cuelga. Hablar con ella solo perturbará la tranquilidad de Ashley".
Con un pitido escalofriante, la comunicación se cortó, y Kaitlin sintió que sus esperanzas se hacían añicos.
Ibiza fue invitada a un evento importante de la empresa para la que trabaja y allí se encontró con una desafortunada situación. Sin que se dieran cuenta le suministraron un fuerte afrodisiaco, el cual la hizo pasar la noche con un hombre supuestamente desconocido. Sin embargo, aquel hombre resultó ser uno de los hijos de su jefe, pero todo se tornó complicado cuando producto de esa noche ella quedó embarazada. ¿Qué sucederá cuando un padre rechace a su bebé sin haber nacido y encima de eso pretende que lo aborten? Esa es una buena pregunta si resulta que años después regresas en busca de perdón para enmendar el error que jamás debió de haber sucedido.
Era una doctora talentosa de fama mundial, CEO de una empresa que cotiza en bolsa, la mercenaria más formidable y un genio de la tecnología de primer nivel. Marissa, una magnate con una plétora de identidades secretas, había ocultado su verdadera identidad para casarse con un joven aparentemente empobrecido. Sin embargo, en vísperas de su boda, su prometido, que en realidad era el heredero perdido de una familia adinerada, canceló el compromiso, incluso la humilló y se burló de ella. Cuando las identidades ocultas de la chica salieron a la luz, su exprometido se quedó atónito y le suplicó desesperadamente que lo perdonara. De pie, protector ante Marissa, un magnate increíblemente influyente y temible declaró: "Esta es mi esposa. ¿Quién se atrevería a quitármela?".
Sinopsis Amelia, huyó el día de su boda, pues era fiel creyente en el amor, huyó lejos de su familia y todo lo que le rodeaba, para darle paso a una nueva vida, pero estaba lejos de imaginarse, que el hombre que dejó botado en altar la buscaría para vengarse de ella y hacerla vivir el sufrimiento más grande que ella pudiera sentir. Unos años más tarde, después de haber sometida a tantas humillaciones, Amelia regresó convertida en otra mujer, empoderada, y llena también de unos deseos inmensos de vengarse del hombre que le hizo tanto daño. Pero con lo que ninguno de los dos cuenta, es que siempre estuvieron destinados a estar juntos ¿Crees en las segundas oportunidades? ¿Crees en el amor verdadero? Acompáñame en esta conmovedora historia.
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-Nuestro amor nos llevará a terminar como Romeo y Julieta. - ¿Juntos? - ¡No! Muertos. -Tú siempre tan romántica. -Y tú, tan estúpido. -Ya hablo doña perfecta. -Aunque te cueste reconocerlo, así que no pienso seguir perdiendo mi tiempo contigo. Me retiro antes de que se me pegue lo malo, con permiso joven Sanz. -Hasta nunca B-R-U-J-A fea. Espero que choques en tu escoba voladora y te destroces el rostro para no volverte a ver la cara de mustia amargada que tienes. -Qué tus buenos deseos se te multipliquen insecto -grito la chica al salir corriendo de la casa para tratar de llegar lo más pronto a la parada y alcanzar el último autobús que la llevaría de regreso a la Universidad de Barcelona, donde estudiaba. Esto era tan solo una pequeña pelea a la que se tenía que enfrentar cada vez que se encontraban en la residencia de la familia Sanz o donde coincidieran, en donde había sido contratada como niñera del menor de los hijos de la familia. - ¿Podrás algún día dejar tranquila a "Mi Vale"? Sigue por ese camino y me voy a asegurar que papá te quite todas las tarjetas, congelé todas tus cuentas y de pasada te ponga a trabajar para que dejes de estar molestando a mi chica. - ¡Mocoso! Nadie pregunto tu opinión, ¡Cuidado y abres la boca o me desquitaré contigo! Deberías de estar de mi lado y no de un espantapájaros como ese que no es parte de tu familia y a duras penas conoces. -Mira, quien habla, el chico más estúpido que puede existir en toda la ciudad, si no fuera por tu cara bonita, nadie se fijaría en ti. Te aseguro que en esa cabeza no hay ni gota de masa encefálica de la cual puedas presumir como ella. - ¡Basta! Lárgate a tú cuarto o voy a acabar contigo en menos de un segundo. - ¡Huy! Ya se enojó el niño bonito. Te estaré vigilando, no vuelvas a molestar a Vale. Si ella se marcha por tu culpa, me aseguraré de cumplir todo lo que te he dicho y sabes que no bromeo HER-MA-NI-TO. ¿Quién se atrevía a desafiarlo de esa manera? ¡Claro!, otro Sanz, uno que por lo menos conocía el amor y respeto a las personas sin importar su clase social o personalidad. Para este chico todas las personas eran iguales, hasta que demostraran lo contrario.
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