impecables de la mansión Vargas. Un auto deportivo, tan ruidoso y llamativo co
lado, descendió una mujer delgada, de rostro pálido y ojos grandes, que se aferró a su brazo como si temiera caerse. Era Cami
té, pero mis manos no temblaron. El corazón tampoco se me aceleró. Sol
s, como si aún les perteneciera. La
el señor Alejandr
rtó con un ges
a mi padre. Veng
ostro. Era la misma sonrisa con la que me había dejado plantada en el altar hacía
ue ya no poseía. "Ha pasado tiempo. Veo que sigues
ado, bajó la m
con ella. Pobre, deb
és de que me abandonara, encontré las fotos en una cuenta privada. Ricardo y Camila, riendo en una cabaña lujosa, no e
e cuero, el que su padre, Alejand
un viaje largo. Sírvenos algo de beber. Y después, ordena que p
llo. No tenía idea de que el castillo ya no era suyo, y
lación, las lágrimas que derramé hasta quedarme seca. Recordé cómo Alejandro, el padre de Ricardo, me encontró hecha un
ndentemente firme. "Enseguida le
as en mi espalda. Ricardo probablemente pensaba que yo seguía siendo l
cocina, una pequeña figura salió co
te enc
uro y los ojos brillantes de Alejandro, se abrazó a
. ¿Jugamos a l
salón era total. M
abierta, sus ojos desorbitados fijos en el niño que yo sostenía en mis bra
su vocecita clara