aba los impecables jardines de la mansión Vargas, casi
a grava, soltando a una mujer pálida y frágil, aferrada a él como si
ón, como si la casa aún les perteneciera, i
misma sonrisa de hace tres años cuando me dejó plantada e
oridad inexistente, "veo que sigues aquí, c
de cuero de Alejandro, su padre, y d
n espera una tormenta anunciada, porque sabía que él no era
ontrado dignidad, un hogar y un amor prof
sus miradas clavadas en mi espalda, pen
na pequeña figura se lanzó h
, te en
s brillantes de Alejandro, se abrazó a mi pierna, aj
con su vocecita cla