ralizadas por el horror. Lupe tenía las man
r de Dios," suplicó. "Es el h
cardo sin apartar la mirada de mí. "No e
pendía de un hilo, un juguete en manos de un hombre desquiciado por el ego herido. El rostro de Mateo e
ro no es suficiente. Quiero que te arrastres hasta los pies d
anta. Pero la imagen del rostro de mi hijo, luchan
é. "Lo haré. Pero
aldad. "Arrastrate. Ahora. O juro qu
pantalón. Cada centímetro era una tortura. Camila me miraba desde el suelo, do
haciéndome caer de lado. Mi cabeza golpeó contra la pata de una mesa de
o lento,"
de dolor, vi que apretab
peligrosamente calmada. "Pedir perdón no limpiará tu deshonra.
Mateo en
humillación, todo desapareció, reem
ARDO,
manos. Sus ojos se cerraron. Dejó de llorar. El
jo. M
dolor y desesperación, s
lada y cargada de una furia que nunca antes hab
mi hijo. A
ndro. Hab
sereno y controlado, era una máscara de ira glacial. Sus ojos no estaban en Ricardo. E