mi madre, Doña Carmen, pesada con el olor
como autómata, asegurando que todo fuera perfecto,
se había desviado para alimentar el pozo ins
a todos, su rostro de matriarca
e propiedades y joyas par
las zonas más cotizadas. Para su
e la respiración, esperando
a, y mi sentencia llegó: "Y tú,
es. Para ellos, la herencia
coció una rabia
rietado por años, fin
omplacien
plata y lancé el pavo, que voló por e
ncio se
rrí la mesa, platos y copas
, "¡¿Qué demonios te pasa
A! ¡HARTA DE SER SU SIRVIENTA, SU BAN
la mesa
ara mi? ¡La obligación
s salieron
no soy