levantándose con dificultad. Su rostro estaba rojo
una risa amarg
cho por mí sin esperar diez a cambio? Me diste la vida, sí, pe
seis meses. Yo, de treinta, pasando noches en vela junto a la cama de la abuela enferma mientras Miguel y su esposa se iban de vacaciones a Cancún. Yo, hace apenas
dre, como si eso lo explicara todo. "Tienen
siempre estoy aquí, resolviendo los problemas que ustedes crean. ¿Crees que el dinero que te he dado
naron. Se levantaron y se acercaron
o de agarrarme del brazo. "Estás hacien
re con una fuerza qu
e yo he sentido toda mi vida? ¿Viendo cómo a ustedes les daban todo en ba
y una envidiosa", escupió Miguel
rarme de que vivan como parásitos a costa de ella y, por e
un rincón, murmurando entre ellas, mirá
gélida y cortante. "Es lo que se espera de una hija. Cuidar a sus pa
ión total de mis sentimientos y sacrificios. Era como si cada acto de amor y serv
ojos, pero no eran lágrimas de tristeza. Eran de pura furia. "Mi deber era conm
por mis mejillas, s
a peligrosamente tranquila. "Tie
y miré directa
ate otra tonta que te financie los caprichos de tus
lágrimas con u
no soy