la que debería haberme hecho sentir como en un sueño, pero solo lograba apretarme el estómago. Era mi fiesta de compromiso, el even
s. Ricardo, mi Ricardo, el hombre que conocía cada secreto mío, cada miedo, cada sueño. Se veía inc
do, levantando su copa,
corazón latía con fuerza, una mezcla de nervios y felicidad pura. Esperaba que dijera
su voz resonó en el si
un calor extende
tono cambió, volviéndose frío, casi burlón. "Siempre a
tro, pero su mirada no estaba en mí, sino que recorría
er etérea, inalcanzable, que ilumina su mundo," dijo, y su voz se llenó
s miradas de los invitados clavadas en mí, ya
ichosa. A veces, se aleja. Y en esas noches oscuras, uno necesita una luz
primera vez, y en sus ojo
do por mi vel
r algo, gritar, pero las palabras no salían. Fue entonces cuando mi hermana adoptiva, Isabella, se
urró, pero lo suficientemente
esapareció, reemplazada por una adoración dolorosa.
equilibrio, mis tacones se enredaron en el borde de la alfombra y caí hacia atrás. Mi muñeca chocó contra el suelo de mármol
dolor punzante, las miradas de todos... era una pesadilla. Ricardo ni siquiera me mi
alón sin mirar atrás. Las lágrimas me cegaban el ca
dolor en mi muñeca era insoportable. Fui al baño buscando un botiquín, pero mi mente
ra de la puerta de la suite. L
" decía Isabella, con un tono que pretendía se
voz baja y furiosa. "¿Creyó que realmen
puerta. Estaban parados en el pasillo, muy ce
z de luna, Isabella.
mbriento, lleno de años de anhelo y frustración. Lo vi todo a través de
ió. "Sabes que no podemos. Ere
de arreglar
el corazón hecho pedazos. La traición era un sabor amargo en mi boca. Veintidós años de amistad, de am
, buscando analgésicos. Al abrir un cajón, vi una pequeña caja de terciopelo azul esc
de diamantes espectacular, mucho más grande y brillante que el mío. Junto a él, u
la. El único anillo que impo
da... todo era una farsa. Un espectáculo cruel diseñado para ella, para d
. Me senté en el suelo, rodeada por el silencio de la lujosa suite, y lloré. Lloré por la niña que
nzó a crecer: la rabia. Una rabia fría y clara. No iba
omé mi teléfono. Marqué el número de mi jefa, la Chef Elena, la úni
estar celebrando?" su voz sonó pr
ra. "La oferta para ir a perfeccionar mi técni
que sí, Sofía. Pero...
inalidad que me sorprendió a mí mism
abiertas para ti," dijo Elena, sin hacer
dado. Se sentía como un grillete. Me lo quité con dificultad, sobre la muñeca hinchada, y lo dejé sobrobo en el edificio, había instalado una pequeña cámara de seguridad en la sala de
grabación en vivo. La cámara apuntaba directamente al sof
illo de la caja azul. Se lo desli
do. "Cada detalle, el corte, la claridad...
rando la mano para que brillara
una tienda de segunda mano. Tenía que ser lo suficienteme
ano para una mujer de segunda mano. Todo este tiempo, llevé un símbolo de amor de otra persona
físico, tan real, que sentí como si algo dentro de mí se hubiera r
itado, fui hasta el bote de basura y lo dejé caer. El pequeño sonido que hizo al choca
una semana. Pero