dades, ahora se sentía como una jaula hostil. Vagué sin rumbo durante horas, hasta que el frío de la noche me obligó a tomar una decisión. No tenía a dónde ir. Mi f
orazón pesado y una frialdad que no sabía que poseía, volví
ila estaba sentada en el sofá, con las piernas cruzadas, revisando su teléfono como si fuera la dueña
mirada de Mateo era una súplica deses
casmo. "La santa mártir regresa. ¿Te perdiste, c
ser quería gritar, golpearla, pero una parte de mí, la ingeniera lógica y raciona
lor de una persona ciega q
do?", pregunté, mi voz temblorosa, dirigi
ado, tomándome del brazo
amila, de la oficina. Vino a
ntinué, manteniendo la farsa. "Hue
, qué buen olfato tienes. Deber
o. "Sofía, mi vida, debes estar agotada. Tienes dolor de cabeza, ¿verdad? El viaje, la tensión... ¿Por qué
mila, detrás de él, sonreía con suficiencia. Entendí el juego. Era una prueba, una humillación. Qu
respondí, mi voz
entía sus miradas clavadas en mi espalda. La humillación era un sabor amargo en mi boca. E
ar, azul y plateada. La tomé en mis manos. Sabía perfectamente lo que era. Condo
ignificante, pero que para mí representaba el peso de toda su traición. Me que
evolvió el estómago. Camila se había sentado en el regazo de
e la caja. "Aquí tienes," di
ndo mi mirada. Hubo
ra... ¿por qué no te vas a la cama a desc
e del regazo de Mateo. "Vete a dormir. Nos
n era tan obv
oritario. "Acompáñame a la puerta.
io del salón, mientras acompañaba a su amante a la puerta, cumpliendo sus caprichos.
a una expresión de falsa
es muy estresante últimamente.
la habitación de invitados. No podía dormir
guntó, su voz teñida de una falsa pr
" mentí. "Quier
por mi rostro. En la oscuridad, saqué mi teléfono. Marqué el número de mi abuelo, el anciano sabio de mi pueblo,
o tono, su voz era
hija. ¿Q
z de contener más el dolo
, un silencio comprensivo qu
ando," dijo final
neé mi huida. No solo de él, sino de la vida que había construido, una vida basad