rpo convulsionando. Al principio, lo atribuí al estrés, al asco que sentía. Pero cuando Mateo se despertó
r?", preguntó, inten
uscamente. "
cuerpo estaba rechazando instintivamente a
endida en el aire. "Sofía, ¿q
o. Su rostro reflejaba una preocupación que
e comí," mentí, s
mente. Las náuseas matutinas, la aversión a ciertos olores, mi p
n cuanto la puerta se cerró, corrí a la farmacia más cercana. Compré una prueba de em
minado, seguí las instrucciones. Los minutos de espera fueron los más largos de mi vida
, miré el
lí
iti
mirando la pared. Estaba embarazada. Embarazada de un hombre que me había traicionado
conocería a su padre. Este bebé crecería lejos de esta ciudad, lejos de esta mentira. Crecer
lores, mis favoritas, y una caja de chocolates. Su act
y llena de un remordimiento ensayado. "El trabajo me está matando. Pero
as acepté, el aroma dulc
i voz sonando hueca inclu
vía con náuseas?", pregu
ecesitaba mantener la calma. Necesitaba que
" mentí. "Solo
vida. Yo me en
s, lo escuché. Estaba en el salón, hablando por teléfono en voz b
l estrés del trabajo... Sí, te llevaré el dinero para el médico maña
lla. La quería a ella. Y a mí, me mentía en la cara, me trat
la fuerza que necesitaba. Ya no había dudas, ni vacilaciones. Mi decisión era inquebrantable. Me iría, y me llevaría a mi hijo conm