saboreando el momento. Luego dio un sorbo y se lamió
antas veces como necesites. Tiene un don, ¿sabes?
ién es ella? ¿De
amín, meneando la cabez
tengo cu
importa? ¿
a eso? ¿Obsesión? ¿Deseo? ¿O algo
sé - exha
ninguna - Benjamín se echó ha
los dos vasos nuevos; el hielo tintineó suav
- preguntó Artem, haciendo g
lo ent
a lo que
oven que podría llamarme abuelo? - bufó, entrecerrando los ojos
científicos, humor seco. - Ahora delante de él estaba alguien diferente. Un hombre al que no le importan las convenciones, que sabe lo que
as que se habían perdido a sí mismas. El crujido de las tablas y las voces apagadas se entretejían en el trasfondo, creando la sensación de que aquel lug
la vida de Artem. Y esas tertulias con Benjamín..
ían llegado a acercarse tanto y convertirse en amigos. ¿
n a mí por sí mismas, y cuando tenía veinte...
í hubiera aparecido una marca, invisible pero palpable. ¿Qué ven en mí? ¿Quizá la figura paterna que les faltaba? ¿O,
la media sonrisa ap
uego, embelesadas, deciden comparti
iente. No sabía qué era lo que le inquietaba: si las palabras de Benjamín o la facilidad con
amor, no buscan romance. Necesitan otra cosa. Anhelan límites, control, una disolución total. Quieren que les digan qué hacer, quién ser, cóm
decir que
a. - Simplemente son como son. La sumisión la llevan en la
de los que les dic
o? Es hermosa, inteligente. Vive como quiere. Y yo... - hizo una pausa, recorriendo con la mirada a Benjamí
En s
solut
o pue
e lo
ba despacio, como si tuviera que extraer cada palabr
samente y pasó el dedo por el borde del vaso.
ro que, si quieres, ella vendrá a t
errones de barro en el calzado. Intentaba concentrarse en el trabajo, pero las palabras de Benjamín resonaban en
n la cafetería. - En sus movimientos ahora veía algo nuevo, inaprensible, como si la mirada d
es ella
en el aire cambió, se volvió más denso, como antes de la tormenta. La puerta se entreabrió
su voz era suave, envolvente, con ese curioso
ndió Artem, t
ada de descuidado en aquello. Unos vaqueros rasgados que dejaban al descubierto la piel tersa y ligeramente brumosa. Una camiseta roja ceñida al cu
o, caía sobre sus hombros, liger
s chicas medianamente atractivas y frunciendo el ceño por ese d